«El camino del perezoso es como cerco de espinas, pero la senda de los rectos es llano». Proverbios 15: 19, RVA15
EL TRABAJO ES UNA BENDICIÓN para la juventud. El joven debiera descartar como un vicio la vida de ociosidad. Por humilde que sea una ocupación, si es honorable, si los deberes humildes se llevan a cabo fielmente, él no perderá su recompensa. La laboriosidad es indispensable para la salud. Si se estimulara el hábito del trabajo se cerraría una puerta contra mil tentaciones. Los que desperdician sus días sin fijarse un blanco o un objetivo en la vida, se ven afectados por el desánimo y tentados a buscar diversión en placeres prohibidos que enervan el organismo y recargan las facultades físicas diez veces más que el trabajo más agobiador. La indolencia destruye más que el trabajo arduo. Muchos mueren porque no tienen la capacidad o la inclinación de ponerse al trabajo. «No hacer nada» ha matado a miles.
Si los jóvenes mantienen hábitos de virtud y de estricta pureza, y observan las leyes que Dios ha establecido en el organismo, pueden conservar sus vidas, aun-que se les exijan trabajos arduos durante toda la vida. Una larga vida es la herencia de la diligencia.
Algunos jóvenes piensan que si pudieran pasar toda la vida sin hacer nada serían extremadamente felices. […] Envidian a los hijos del placer que dedican sus vidas a la diversión y la alegría. […] La infelicidad y la angustia son el resultado de tales pensamientos y conducta. «No hacer nada» ha hundido en la perdición a más de un joven. El trabajo bien regulado es esencial para el éxito de cada joven. Dios no habría podido infligir una maldición mayor sobre los hombres y las mujeres que condenarlos a una vida de inacción. La ociosidad destruye el alma y el cuerpo. Se debilitan el corazón, el carácter moral y las energías físicas. El intelecto sufre y el corazón queda expuesto a la tentación como una avenida abierta para hundirse en todo vicio. El ser humano indolente tienta al diablo a que lo tiente. […]
La religión será para nosotros un ancla. La comunión con Dios impartirá a cada impulso santo un vigor que hará que los deberes de la vida resulten placenteros.— Manuscrito 2, 1871, pp. 10, 11.