Quisiera decir a mis hermanos de todas partes: ¡Cultiven el amor de Cristo! Debería surgir del alma del cristiano como manantiales en el desierto, que refrescan y embellecen, que llevan alegría, paz y gozo a su propia vida y a la de los demás.—Testimonies for the Church 5:565 (1889).
EL EJEMPLO DE AMOR ABNEGADO ES IRRESISTIBLE
Cuanto más nos parezcamos a nuestro Salvador en el carácter, tanto mayor será nuestro amor hacia aquellos por quienes él murió. Los cristianos que manifiestan entre sí un espíritu de amor abnegado están dando un testimonio por Cristo que los incrédulos no pueden negar ni resistir. Es imposible estimar el poder de semejante ejemplo.
Nada tendrá tanto éxito en derrotar los propósitos de Satanás y sus emisarios, nada edificará tanto el reino del Redentor, como el amor de Cristo manifestado por los miembros de la iglesia.—Testimonies for the Church 5:167, 168 (1882).
EL YO PUEDE OSCURECER EL AMOR
El amor es un principio activo; mantiene continuamente delante de nosotros el bien de los demás, y reprime nuestras acciones desconsideradas a fin de no fracasar en nuestro objetivo de ganar almas para Cristo. El amor no busca lo suyo. No impulsará a los seres humanos a buscar su propia comodidad y la complacencia del yo. El respeto que tributamos al yo muy a menudo impide el crecimiento del amor.—Testimonies for the Church 5:124 (1882).
EL AMOR PRODUCE HUMILDAD
El amor no se vanagloria. Es un sentimiento humilde; nunca impulsa a un hombre a jactarse, ni a engrandecerse a sí mismo. El amor a Dios y a nuestros prójimos no se revelará en actos imprudentes ni nos llevará a ser molestos, criticones o dictatoriales. El amor no se envanece. El corazón donde reina el amor será guiado a una conducta suave, cortés y compasiva hacia los demás, ya sea que nos gusten o no, ya sea que nos respeten o nos traten mal.—Testimonies for the Church 5:123, 124 (1882).