«Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, ustedes, que son espirituales, restáurenlo con espíritu de mansedumbre. Piensa en ti mismo, no sea que también tú seas tentado». Gálatas 6: 1, RVC
ESTE VERSÍCULO NOS DA una instrucción especial para tratar tiernamente con aquellos que son sorprendidos en falta. La palabra «sorprendido» debe recibir todo su significado. […] Ser inducidos a pecar inadvertidamente —sin intentar pecar, sino pecar por falta de vigilancia y oración, sin discernir la tentación de Satanás, cayendo así en la trampa—, es muy diferente a planificar el pecado, entrar deliberadamente en la tentación y preparar una conducta de pecado. […]
Se necesitan medidas más efectivas para enfrentar el pecado premeditado; pero el apóstol explica qué trato debemos dar a aquellos que son tornados, sorprendidos o vencidos por la tentación. […] Restáuralos en humildad, «piensa en ti mismo, no sea que también tú seas tentado» (Gál. 6: 1, RVC). Para que puedan ver su peligro y pecado se necesitarán fe y reproche, un consejo bondadoso y súplicas a Dios. La frase original es «puesto en articulación» como a un hueso dislocado; por lo tanto, debieran realizarse esfuerzos para ponerlos en articulación y hacerlos entrar en razón, convenciéndolos de su pecado y error. […] Nadie debería jactarse por la caída de un hermano; sino que con mansedumbre, en el temor de Dios, en amor por su alma, se debería procurar salvarlo del pecado.— Carta 11, 1887, pp. 7, 8.
Cuando las personas tienen que nadar contra la corriente, el empuje de las olas tiende a hacerlas retroceder. Extendámosles entonces la mano, como se extendió la mano del Hermano mayor para socorrer a Pedro que se hundía. […] Que los hermanos no den ocasión a desanimar a la persona que se supone que ha obrado incorrectamente, sino que le hagan sentir el fuerte apretón de una mano compasiva; que escuche este susurro: «Oremos». El Espíritu Santo les dará a ambos una rica experiencia. Es la oración la que une los corazones. Es la oración al gran Médico, en busca de sanidad para el alma, la que traerá la bendición de Dios. La oración nos une unos a otros y con Dios. La oracìón trae a Jesús a nuestro lado y proporciona nueva fortaleza y gracia al alma desmayada y desconcertada para vencer al mundo, a la carne y al diablo. La oración desvía los ataques de Satanás.— Carta 50, 1897, p. 17.