Lección Menores 2022 Para el: 25 junio
VERSÍCULO PARA MEMORIZAR
“Entonces dijo: «Ahora hagamos al hombre a nuestra imagen. Él tendrá poder sobre los peces, las aves, los animales domésticos y los salvajes, y sobre los que se arrastran por el suelo». Cuando Dios creó al hombre, lo creó a su imagen; varón y mujer los creó” (Génesis 1:26,27).
MENSAJE
Adoramos a Dios cuando su imagen se refleja en nuestras vidas.
¿Te has preguntado alguna vez qué sintieron Adán y Eva el primer día de sus vidas? Ellos no nacieron como bebes, al igual que el resto de nosotros, sino que abrieron sus ojos como adultos plenamente desarrollados. ¿Cómo aprendieron a hablar? ¿Cómo supieron lo que querían decir las diferentes palabras, o aprendieron a describir una sensación de hambre o de entusiasmo? Trata de visualizar cómo Dios creó nuestro mundo y a los primeros seres humanos.
Adán abrió los ojos y se encontró cara a cara con Dios. “¿Quién será este?, se preguntaría.
De pie delante de él estaba el ser más impresionante, amoroso y amable que el hombre pudiera imaginar. Dios el Hijo, el Creador, tomó la mano del hombre y lo ayudo a ponerse en pie. Quedaron cara cara. El Creador se regocijo contemplando la primera creación terrenal formada a imagen y semejanza divina. Adán estaba rodeado por el resplandor de una radiante luz que reflejaba la gloria y el esplendor del Creador. Al estar en presencia de Dios, Adán sintió paz, alegría y amor por su Creador. Sus pensamientos eran santos, sus deseos eran puros, y su mayor gozo era estar con Dios.
En el huerto, el Señor mostró a Adán los muchos dones creados para él. A cada paso los pies de Adán se hundían en una aterciopelada hierba. Hizo una pausa para mirar una flor. Sus ojos podían discernir cada detalle, mientras observaba con detenimiento los amarillos granos de polen. Dos animales lanudos se acercaron a Adán dando saltos y olisquearon sus manos. “¿qué serán?”, se preguntó Adán.
Supo mediante el Creador que aquellas criaturas habían sido diseñadas especialmente para él. Pasó los dedos por los suaves lomos blancos. “Ustedes son ovejas”, dijo Adán. Las ovejas emitieron un gutural “Baa-aa” como si entendieran las palabras de Adán, luego se marcharon de nuevo dando saltos.
El Creador le dio a Adán la agradable tarea de poner nombre a los animales. Jirafas, monos, caballos, conejos, cuervos, águilas, tigres, lagartos, hormigas y cocodrilos; todos fueron recibiendo su nombre uno a uno. Adán tocó Sus patas y sus orejas; estudió sus antenas y sus escamas; disfrutó viendo todos sus movimientos y sus parloteos; se maravilló observando sus diseños únicos.
Poco a poco Adán se dio cuenta de que todos acudían a él en parejas. Cada uno tenía un acompañante. De pronto él se sintió solo. ¿Podría… pedirle algo a Dios?
Adán pensó: «Todos tienen pareja menos yo».
El Señor sonrió. Deseaba que Adán sintiera la necesidad de estar acompañado. Dios hizo caer a Adán en un sueño profundo. Le quitó con delicadeza una de sus costillas, y con ella formó a otro ser humano. Cuando Adán se despertó, sus ojos se enfocaron de nuevo en el rostro del Creador. Se sonrieron el uno al otro. Luego la mirada de Adán se volvió hacia aquella figura. Supo de inmediato que era alguien de su propia especie. Una vez más el Creador tomó la mano de Adán y le ayudó a ponerse de pie.
Adán supo entonces que su compañera había salido de su propio costado. Dios no había utilizado ningún hueso de la cabeza del hombre porque Eva no debía gobernarlo; tampoco había utilizado ningún hueso de su pie, porque Adán no debía pisotearla. Eva era igual que Adán debía estar a su lado. El Creador tomó las manos de Eva, y las puso sobre las de Adán. Los dos eran muy parecidos física y mentalmente. Se quedaron mirándose a los ojos. Adán dijo: «Serás llamada mujer porque fuiste sacada del hombre». El Creador extendió su brazo mostrándoles el nuevo mundo. Aquel fue el mejor regalo que Dios hubiera podido hacerles. Adán y Eva eran los príncipes de este mundo.
El Creador sonrió al ver su imagen reflejada en el hombre y en la mujer. Luego les dijo: «Tengan muchos, muchos hijos; llenen el mundo y gobiérnenlo; dominen a los peces y a las aves, y a todos los animales que se arrastran» (Génesis 1: 28). Dios, que cuida de todo el universo, quería que los seres humanos cuidaran la tierra. Ellos reflejarían la imagen de Dios al tratar a los demás seres vivos con amor, justicia y sabiduría.
El Creador los condujo al pie del árbol de la vida y tomó de su fruto para darlo a Adán y a Eva. Ellos mordieron aquella delicada y carnosa fruta. Esa fue su primera comida. Si vivían en obediencia perfecta, tendrían acceso al árbol de la vida y disfrutarían de una vida sin fin en la presencia de Dios. Luego Dios los llevó hasta otro árbol, pero Dios no tomó de aquel fruto, en lugar de eso los miró. Su sonrisa desapareció. Su voz sonó diferente, como más grave: «Puedes comer del fruto de todos los árboles del jardín, menos del árbol del bien y del mal. No comas del fruto de ese árbol, porque si lo comes, ciertamente morirás» (Génesis 2: 16, 17).
Adán y Eva observaron aquel otro árbol. Sus ramas alcanzaban el cielo, como todos los demás árboles. Su fruto brillaba bajo el sol de la tarde, como el de los demás árboles. No parecía diferente. Pero no dudaron respecto al mandato del Creador. Aquel árbol estaba prohibido.
Adán y Eva siguieron por todo el huerto en pos del Señor. Aquel iba a ser su hogar. Utilizaron plantas y flores para hacer su morada.
¡Qué increíble celebración fue aquella! Adán y Eva se regocijaron y alabaron a Dios por sus maravillosos regalos. Estaban comenzando a entender que habían sido creados para disfrutar de la amistad de Dios, de una amistad entre ellos, así como de todos los seres creados. Al igual que las corrientes de agua reflejan la imagen del jardín a la luz de mediodía, así el carácter santo del Creador se reflejó en los corazones de Adán y Eva.
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Lección de Escuela Sabática para INTERMEDIARIOS
3er Trimestre 2022
Lección 1: « CREADOS A LA IMAGEN DE DIOS»
Colaboradores: Karla González & Sandra Mojica
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