El amor de Cristo es profundo y ferviente, y mana como una corriente incontenible hacia todos los que quieran aceptarlo. En este amor no hay egoísmo. Si este amor de origen celestial es un principio permanente en el corazón, se dará a conocer no solo a aquellos con quienes estamos más vinculados por amor en una relación sagrada, sino a todos con quienes nos relacionamos. Nos guiará a prestar pequeñas atenciones, a hacer concesiones, a realizar actos de bondad, a pronunciar palabras tiernas, veraces, animadoras. Nos impulsará a solidarizarnos con aquellos cuyos corazones anhelan amor.—5SDABC 1114 (1899).
EL AMOR GOBIERNA LOS MOTIVOS Y LAS ACCIONES
La atención más cuidadosa a los elementos externos de la vida no basta para excluir toda inquietud, juicio severo y palabra inadecuada. Nunca se revelará verdadero refinamiento mientras se tenga
al yo como objeto supremo. El amor debe morar en el corazón. Un cristiano cabal encuentra sus motivos de acción en su amor hacia su Maestro. De las raíces de su afecto por Cristo brota un interés abnegado en sus hermanos. El amor imparte a su poseedor gracia, propiedad y dignidad de comportamiento. Ilumina el rostro y enternece la voz, refina y eleva todo el ser.—Obreros Evangélicos, 129 (1915).
EL AMOR INTERPRETA FAVORABLEMENTE LOS MOTIVOS AJENOS
El amor “no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor”. 1 Corintios 13:5. El amor que se asemeja al de Cristo atribuye las razones más favorables a los motivos y los actos de los demás. No expone innecesariamente sus faltas; no escucha con ansias los informes desfavorables; más bien trata de recordar las buenas cualidades de los demás.—Los Hechos de los Apóstoles, 263 (1911).
MENTE CARÁCTER Y PERSONALIDAD TOMO #1 Capítulo 23: “ EL AMOR, UN PRINCIPIO DIVINO Y ETERNO ” Por: Elena G De White Colaboradores: Liseth Orduz & América Lara