Veo algunas cosas aquí en Suiza*(Escrito mientras la autora visitaba Europa, 1885-1887) que creo que son dignas de imitar. Los maestros de las escuelas a menudo salen con sus alumnos mientras están jugando y les enseñan cómo recrearse, y están cerca para reprimir cualquier desorden o faltas. A veces sacan a sus alumnos y tienen una larga caminata con ellos. Me gusta esto; pienso que hay menos oportunidades para que los niños cedan a las tentaciones. Los maestros parecen participar de los deportes de los niños y regularlos.
No puedo de ninguna manera aprobar la idea de que los niños deben sentir que están bajo una continua desconfianza y no pueden actuar como niños. Pero únanse los maestros en los entretenimientos de los niños, sean uno de ellos, y muestren que desean verlos felices, y eso les dará confianza a los niños. Pueden ser controlados por el amor, pero no se logrará si los siguen en sus comidas y en sus entretenimientos con una severidad agria e inflexible.—Testimonies for the Church 5:653 (1889).
MUESTRE QUE CONFÍA EN LOS ALUMNOS
El educador sabio, al tratar con sus alumnos, procurará estimular la confianza y fortalecer el sentido del honor. La confianza que se tiene en los jóvenes y niños los beneficia. Muchos, hasta entre los pequeños, tienen un elevado concepto del honor; todos desean ser tratados con confianza y respeto y tienen derecho a ello. No hay que hacerlos sentir que no pueden salir o entrar sin que se los vigile.
La sospecha desmoraliza y produce los mismos males que trata de impedir. En vez vigilar continuamente, como si sospecharan el mal, los maestros que están en contacto con sus alumnos se darán cuenta de las actividades de una mente inquieta y pondrán en juego influencias que contrarresten el mal. Hay que hacer sentir a los jóvenes que se les tiene confianza y pocos serán los que no traten de mostrarse dignos de ella.—La Educación, 289, 290 (1903).
ES ESENCIAL LA CONFIANZA DE LOS ALUMNOS
El maestro debe estar capacitado para su trabajo. Ha de tener la sabiduría y el tacto necesarios para entender las mentes. Por grande que sea su conocimiento científico, por excelentes que sean sus cualidades en otros ramos, si no logra conquistar el respeto y la confianza de sus alumnos, sus esfuerzos serán vanos.—La Educación, 278, 279 (1903).