«Si ustedes, siendo aun malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dar cosas buenas a los que le pidan!» (Mateo 7: 11, NVI).
Una de las tiendas más inusuales jamás construidas fue la tienda Keedoozle que abrió sus puertas en Memphis, Tennessee, en este día de 1937. La mercancía de muestra se expuso detrás de hileras de pequeñas ventanas de cristal. Cuando los clientes querían comprar algo, lo hacían introduciendo una varilla dentada en un ojo de la situada junto a la pequeña ventana que contenía el artículo que querían comprar. La máquina apareció las selecciones que hacían, seleccionaba cada artículo y lo envolvía antes de dejarlo caer en una cinta transportadora. Cuando se introducía la llave en una última ranura para comprar los artículos, todos los paquetes salían por una pequeña abertura hacia una caja. La tienda funcionaba como una máquina expendedora gigante, que es exactamente lo que era: el ancestro de las máquinas expendedoras actuales.
Algunas personas piensan que Dios es una máquina expendedora. Le piden cosas a Jesús, pensando que, si tienen suerte o son bendecidos, él les dar lo que quieren. Pero Dios no es una máquina expendedora; es nuestro padre celestial. Siempre está con nosotros, cuidándonos y amándonos como solo un Padre puede hacerlo. No es que tengamos que ser lo suficientemente buenos para que él nos preste atención. Él siempre nos presta atención, y siempre quiere lo mejor para nosotros.
A veces somos tercos y queremos hacer las cosas a nuestra manera. Estamos tan enfrascados en este mundo que solo podemos ver la imagen pequeña. Como las pequeñas ventanas de la tienda Keedoozle, no podemos ver todo lo que hay en la tienda, así que terminamos haciendo nuestras selecciones en la vida una a la vez.
Dios quiere que nos detengamos un momento al comienzo de cada día para echar un vistazo al panorama general que tenemos por delante. Él dice: «Confía en mí. Si un padre terrenal quiere dar buenos regalos a sus hijos, ¡no cree que yo estoy igual de ansioso por hacer lo mismo contigo?».
Su mejor regalo para ti es su Espíritu Santo. ¿Por qué no le pides a Jesús que te dé una doble porción hoy? Esa es una petición que Jesús nunca negará.