Santiago termina el capítulo 3 con una frase un poco críptica: «Y los que procuran la paz, siembran en paz para recoger como fruto la justicia» (Sant. 3: 18). Ayuda descifrarlo de atrás hacia delante, ya que está escrito al revés cronológicamente: 1) hay personas que procuran la paz; 2) estas personas siembran cierta clase de semillas; 3) estas semillas dan fruto de justicia. Dentro del contexto, Santiago todavía está hablando de la sabiduría celestial. Una señal de personas maduras y sabias espiritualmente es fomentar la paz, sembrar la paz, obrar la paz y ser pacíficos. Esta paz da el fruto de la justicia. Así como las semillas en la agricultura, puede llevar tiempo, pero dan fruto.
Y esa es exactamente la razón por la que Jesús vino: para establecer la paz de manera práctica entre la humanidad caída y Dios. Pablo explica que «Dios ya nos ha hecho justos gracias a la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo […], cuando todavía éramos sus enemigos, nos reconcilió consigo mismo mediante la muerte de su Hijo […] también nos gloriamos en Dios mediante nuestro Señor Jesucristo, pues por Cristo hemos recibido ahora la reconciliación» (Rom. 5: 1, 10, 11). Jesús es el mayor pacificador que jamás haya existido, al haber cumplido tanto el requisito de justicia de Dios, como asumiendo las consecuencias de los fracasos de la humanidad. Su sacrificio no tiene sentido si lo vemos bajo el lente de la sabiduría del mundo: ¿Qué sentido tiene que Dios arriesgue todo el cielo por el bien de unas criaturas rebeldes? Quizá podría tener sentido morir por alguien que era justo, pero ¿por qué morir por los enemigos? (ver Rom. 5: 6, 7, 10). ¿Por qué recibir un castigo que se merece otra persona? ¿Por qué compartir una recompensa con alguien que no la merece? Jesús decidió hacer estas cosas inexplicables por amor: no por amor a sí mismo, sino por amor a la humanidad.
Y el Gran Pacificador hace extensiva su misión de paz a todos los que lo aman. Impulsados por ese amor, sus discípulos se convierten en embajadores que exhortan a otros a reconciliarse con Dios, a aceptar la paz que Jesús aseguró para todos los que quieran aceptarla (ver 2 Cor. 5: 14, 20). Sus hijos representan al Dios de la paz que llena de paz a los creyentes, que les permite vivir en paz y, aún más milagroso, estar en paz consigo mismos (Rom. 15: 13, 33; 2 Cor. 13: 11; Fil. 4: 9). La paz, entonces, no es solo un estado mental, o una palabra que se debe pronunciar; es una experiencia rica a nivel teológico y profundamente práctica que Jesús ganó y entregó gratuitamente a sus hijos, quienes, a su vez, no podrán evitar compartirla con quienes los rodean.
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Medita de nuevo en Santiago 3: 13-18 e identifica dónde está Jesús en el texto.
¿Cuáles son otras razones por las que el sacrificio de Jesús no tiene sentido en el contexto de la sabiduría mundana?
¿En qué sentido puedes ver reflejado a Jesús en el texto o verlo de una manera distinta?
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2022. 2do. trimestre 2022 INVERSO Lección 7 «SABER NO ES SUFICIENTE» Colaboradores: Estrellita Hernandez & Mayra Cota