En nuestro mundo, el camino más fácil es echar siempre las culpas a todos y a todo, pero Santiago comienza el capítulo 4 desmantelando esa premisa por completo: ¿De dónde provienen todos los problemas? De nosotros. Los problemas del mundo que se resuelvan con los métodos del mundo jamás se solucionarán. Pero el problema nunca es el fruto, el problema siempre es la raíz.
Santiago pudo haber descrito a sus oyentes de mil maneras, pero eligió usar la ilustración de alguien que es infiel a su cónyuge: «¡Adúlteros!» (Sant. 4: 4). Buscar los afectos del mundo mientras se exige intimidad con Dios es adulterio espiritual. La amistad con el mundo no se puede llevar paralelamente a la cercanía con Dios. No es que «no se debe», sino que no se puede. Donde alguien invierte, donde pone sus deseos y centra su atención, delata dónde está su lealtad, aunque sus palabras digan otra cosa.
Ni siquiera se necesita tener éxito en el mundo para darle la espalda a Dios. Santiago dice: «Cualquiera que decide ser amigo del mundo, se vuelve enemigo de Dios» (4: 4). Es posible parecer un seguidor de Dios por fuera y, sin embargo, desear algo completamente diferente en el corazón. Las preguntas que debemos hacernos para diagnosticarnos a nosotros mismos, son entonces: ¿Qué es lo que realmente quiero? ¿Hacia dónde se inclinan mis deseos de manera natural? ¿Hacia dónde los impulsó yo?
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2022. 2do. trimestre 2022 INVERSO Lección 8 «LA IMPORTANCIA DE LO QUE QUIERES» Colaboradores: Estrellita Hernandez Y Mayra Cota