Los que consideran la relación matrimonial como una de las ordenanzas sagradas de Dios, protegida por su santo precepto, estarán controlados por los dictados de la razón. Considerarán cuidadosamente los resultados de cada privilegio que otorga la relación matrimonial. Estos sentirán que sus hijos son joyas preciosas que Dios encargó a su cuidado, para quitar de su naturaleza la superficie áspera por medio de la disciplina, a fin de que aparezca su brillo.
Se sentirán bajo la más solemne obligación de formar sus caracteres de tal manera que puedan hacer el bien en su vida, bendecir a otros con su luz, y que el mundo sea mejor porque ellos vivieron en él, y que finalmente estén en condiciones para la vida superior, el mundo mejor, para brillar en la presencia de Dios y del Cordero para siempre.— Healthful Living, 48 (1865).
UNA FAMILIA BIEN ORGANIZADA
La empresa familiar debiera estar bien organizada. El padre y la madre tienen que considerar juntos sus responsabilidades. Han de trabajar juntos para el bienestar de sus hijos. No debe haber desacuerdos entre ellos. Nunca debieran criticarse mutuamente sus planes o cuestionar el juicio del otro en presencia de sus hijos. Si la esposa no tiene experiencia, debería tratar de descubrir dónde su trabajo hace más difícil la tarea de su esposo mientras él trabaja por la salvación de sus hijos. Y el esposo tiene que sostener las manos de su esposa, dándole consejos sabios y motivación amante.—The Review and Herald, 8 de julio de 1902.
LOS PADRES DEBEN GOBERNARSE A SÍ MISMOS
Los padres que gobiernan con éxito sus familias han de primero gobernarse a sí mismos. Si desean tener solo palabras agradables en su familia, deben hacer que sus hijos únicamente escuchen palabras agradables de sus labios. Al plantar una semilla se producirá una cosecha similar. Los padres tienen una obra solemne y sagrada que realizar en la educación de sus hijos por precepto y ejemplo. Están bajo la obligación de presentar ante Dios a sus hijos en condiciones de recibir, a una edad muy temprana, un conocimiento inteligente de lo que significa seguir a Jesucristo. Si los que pretenden ser cristianos bíblicos tienen hijos que no temen ni aman a Dios, en la mayoría de los casos es porque el ejemplo de los padres no ha sido el correcto. Se sembraron semillas falsas y espurias, y se ha producido una cosecha de espinas y abrojos.—Manuscrito 59, 1900.