Los que, por una inteligente comprensión de las Escrituras, consideran debidamente la cruz, los que creen verdaderamente en Jesús, tienen un seguro fundamento para su fe. Tienen esa fe que obra por el amor y purifica el alma de todas sus imperfecciones hereditarias y cultivadas.—Testimonios Selectos 4:328 (1900).
LOS EFECTOS DE LARGO ALCANCE DEL AMBIENTE
Estamos viviendo en una atmósfera de hechizos satánicos. El enemigo entretejerá un ensalmo de licencia alrededor de toda alma que no haya logrado parapetarse en la gracia de Cristo. Vendrán tentaciones; pero si velamos contra el enemigo, si mantenemos el equilibrio del dominio propio y la pureza, los espíritus seductores no tendrán influencia sobre nosotros. Los que nada hacen para estimular la tentación tendrán fuerza para resistirla cuando venga; pero los que se mantienen en una atmósfera de mal, ellos mismos tendrán la culpa si son vencidos y caen. En lo futuro, se verán buenos motivos por los que se han dado amonestaciones acerca de los espíritus seductores. Entonces se verá la fuerza de las palabras de Cristo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Mateo 5:48.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 244.
LAS HIJAS DE LOT ARRUINADAS POR EL AMBIENTE
Lot habitó poco tiempo en Zoar. La impiedad reinaba allí como en Sodoma, y tuvo miedo de quedarse, por temor a que se destruyera la ciudad. Poco después Zoar fue destruida, tal como Dios lo había proyectado. Lot huyó a los montes y vivió en una caverna, privado de todas las cosas por las cuales se había atrevido a exponer a su familia a la influencia de una ciudad impía. Pero hasta allá lo siguió la maldición de Sodoma. La infame conducta de sus hijas fue la consecuencia de las malas compañías que habían tenido en aquel vil lugar. La depravación moral de Sodoma se había filtrado de tal manera en su carácter, que ellas no podían distinguir entre lo bueno y lo malo. Los únicos descendientes de Lot, los moabitas y amonitas, fueron tribus viles e idólatras, rebeldes contra Dios y acérrimos enemigos de su pueblo.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 164 (1890).