«Porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe». 1 Juan 5: 4, NVI
CUANDO LAS NUBES se interponen entre nuestra alma y Dios, cuando hay tinieblas a nuestro alrededor, cuando el enemigo está listo para robarle al alma su integridad hacia Dios y la verdad, y cuando el error es considerado plausible y atractivo, entonces es tiempo de orar y ejercer fe en Dios. […]
El alma, alimentando esa fe, es capaz de levantarse por encima de sí misma y de traspasar la infernal sombra que el enemigo arroja a través de la senda de todo aquel que lucha por la corona inmortal. […]
Jesús dijo: «Velen y oren para que no cedan ante la tentación» (Mar. 14: 38, NTV). Debemos velar y orar cada vez que Satanás nos traiga nubes de incredulidad compuestas de toda cosa mala que pueda inventar para inducir al ser humano a ceder a la tentación. Pero esta nube que está entre Dios y el instrumento humano no puede envolver al hombre y penetrar en su ser, a menos que él abra su mente y su corazón a sus oscuros rayos. Los ángeles de Dios guardarán de la venenosa malaria de las tentaciones del maligno a todo aquel que se levante por encima de su yo y de las circunstancias que lo rodean, contemplando a Jesús a través de toda niebla y nube, traspasando por fe las tentaciones más tenebrosas. […] Unidos con Cristo, recibiremos todo el poder que necesitamos. Permaneciendo en él, podemos luchar férreamente. Cuanto más creamos y confiemos como niños en el Señor Jesús, tanto mayor será nuestra capacidad para creer. Por fe permaneceremos firmes.
Únicamente mediante el ejercicio de la fe podemos vencer el yo. […] El yo es el terreno en el cual Satanás siempre encuentra y maneja aquello que desea engañar y vencer. Pero si la justicia de Cristo se revela en nosotros, nos fortaleceremos. Mirando más allá de nosotros, hacia el Salvador crucificado, hacia el Salvador resucitado y ascendido, el cual es nuestro Abogado y hace intercesión por nosotros, y aferrándonos al poder y la eficacia de Cristo, podemos salir vencedores.— Carta 30, 1896, pp. 1-3, 6.
Ninguna de las victorias que se han ganado puede compararse con las victorias de la fe. No dejemos de asirnos de la fe, Podremos triunfar en medio del desánimo, obteniendo victoria tras victoria.— Carta 111, 1902, p. 2.