Si yo te entregará una frágil niña recién nacida, sé que la protegerías con tu propia vida.
Tus brazos serían fuertes, tus pies seguros, y tus ojos se mantendrían vigilantes.
Sé cuidadosa, tú, en quien confío, pues he colocado dentro de ti algo tan precioso y delicado como esa niña.
Es tu corazón, tu misma vida.
Valóralo.
Protégelo.
Vela por él con todas tus fuerzas.
Porque el mundo y sus placeres son como secuestradores que no se detienen ante nada, para robarme tu corazón y destruirlo.
Yo deseo lo mejor para ti.
Mi valorada hija, y a pesar de que a veces sientas que los placeres pecaminosos de este mundo no parecen dañinos, ellos te separarán de mí.
De la misma manera en que un recién nacido se halla indefenso si no se le brinda un cuidado amoroso, también tú sufrirás si tu corazón es alejado de mí.
Así que te pido que guardes tu corazón y que te apegues a mí, la fuente de tu vida.