Tú, mi princesa especial, debes ser una persona especial para ti principalmente.
La manera en que piensas y los talentos que tienes son un don de mi parte.
No te di ese regalo para que te compares con otros o para que los condenes.
¡Nadie es igual a ti! Quiero que mires a tu alrededor y veas la forma en que he embellecido el mundo colocando diferentes tipos de personas.
La gloria de mi creación se ve en los detalles y en las diferencias.
La belleza de las relaciones se halla precisamente en un encuentro de los distintos dones y temperamentos en armonía.
Tu finalidad no es moldear a otros para que sean como tú, sino ayudarlos a abrir sus propios dones, al aceptarlos a ellos del mismo modo en que yo le he aceptado a ti.
Recuerda, mi hermosa princesa, que te he dado el talento de poder alcanzar y tocar a otros, y no de destruirlos.