«Así que preparen su mente para actuar y ejerciten el control propio. Pongan toda su esperanza en la salvación inmerecida que recibirán cuando Jesucristo sea revelado al mundo». 1 Pedro 1:13, NTV
MUCHOS, SI QUIEREN AGRADAR a Jesús, necesitan hacer un cambio decidido en el tenor de sus pensamientos y acciones.— Carta 43, 1892.
Los pensamientos deben ser disciplinados. Controlen la mente para que trabaje en la dirección correcta y según las órdenes emanadas de planes bien formados. De esta manera, cada paso que se dé será hacia el progreso, y ningún esfuerzo o tiempo se perderá en seguir ideas vanas y planes trazados al azar. Debemos considerar el blanco y el objeto de la vida, y siempre mantener en vista propósitos dignos. Los pensamientos deben disciplinarse cada día y mantenerse a punto, como la brújula al polo. Toda persona debe tener blancos y propósitos, y luego hacer que cada pensamiento y acción contribuyan al cumplimiento de aquello que se ha propuesto. Los pensamientos deben ser controlados. Tiene que haber una fijeza de propósitos para realizar lo que se ha emprendido. […]
Nadie, fuera de ustedes, puede controlar sus pensamientos. En la lucha por alcanzar las normas más elevadas, el éxito o el fracaso dependerá mucho del carácter, y de la manera como se disciplinen los pensamientos. Si los pensamientos están controlados, como Dios ha enseñado que se controlen cada día, se fijarán en aquellos temas que nos ayudarán a alcanzar una mayor devoción. Si son correctos, entonces como resultado, las palabras también serán correctas; las acciones serán de tal carácter que traerán gozo y consuelo a las almas. […]
Los que avanzan en este sentido sin una cuidadosa consideración, lo hacen imprudentemente. Hacen esfuerzos intermitentes, dan golpes por aquí y por allá, empiezan esto y lo otro, pero todo esto de nada vale. Se parecen a la vid; sus sarmientos no adiestrados y abandonados a su suerte se aferrarán de cualquier basura que encuentren a su paso; pero antes de que la vid pueda servir para algo, esos sarmientos deben ser separados de las cosas a las que se aferraron, y deben ser adiestrados para adherirse a las cosas que les darán gracia y buena formación.— Mente, carácter y personalidad, t.2, cap. 63, pp. 298, 234.