Los padres que manifiestan un espíritu dominante y autoritario, que les fue transmitido por sus propios padres, que los induce a ser exigentes en su disciplina e instrucción, no educarán debidamente a sus hijos. Por la severidad con que tratan sus errores, despiertan las peores pasiones en el corazón humano y dejan a sus hijos con un sentimiento de injusticia y equivocación.
Encuentran en sus hijos justamente la disposición de carácter que ellos mismos les habían impartido. Tales padres alejan a sus hijos de Dios al hablarles de temas religiosos; pues la religión cristiana no resulta atrayente y aun es repulsiva por esa falsa representación de la verdad. Los hijos dirán: “Si ésta es la religión, yo no la quiero”. Así con frecuencia se crea una enemistad en el corazón contra la religión; y debido a un uso indebido de la autoridad, los niños son inducidos a despreciar la ley y el gobierno del cielo. Los padres han determinado el destino eterno de sus hijos por su conducta equivocada.—The Review and Herald, 13 de marzo de 1894.
AL PROCEDER TRANQUILO Y BONDADOSO—
Si los padres desean que sus hijos sean amables, nunca deben increparlos. Con frecuencia, la
madre se manifiesta irritable y nerviosa. Con frecuencia sacude a su hijo y le habla ásperamente. Si un niño es tratado en forma tranquila y bondadosa, eso tendrá mucho éxito para preservar en él un carácter amable.—The Review and Herald, 17 de mayo de 1898.
A LA SÚPLICA AMANTE —
El padre, como sacerdote del hogar, debiera tratar suave y pacientemente a sus hijos. Debiera ser cuidadoso de no despertar en ellos un carácter combativo. No debiera permitir que la transgresión siga sin ser corregida, y sin embargo hay una forma de corregir sin despertar las peores pasiones del corazón humano. Hable con amor a sus hijos, diciéndoles cuánto agraviaron al Salvador con su conducta; y después arrodíllese con ellos delante del propiciatorio y preséntelos a Cristo, orando para que él tenga compasión de ellos y los guíe al arrepentimiento y a la petición de perdón. Una disciplina tal casi siempre quebrantará el corazón más obstinado.
Dios desea que tratemos a nuestros hijos con sencillez. Estamos expuestos a olvidar que los niños no han tenido la ventaja de los largos años de educación que los adultos han tenido. Si los pequeños no proceden de acuerdo con nuestras ideas en todo, a veces pensamos que merecen una reprimenda. Pero esto no arreglará las cosas. Elevadlos al Salvador y contadle todo a él; creed luego que su bendición descansará sobre ellos.—Manuscrito 70, 1903
CONDUCCIÓN DEL NIÑO SECCIÓN #11 *Disciplina Defectuosa* Capítulo 48: “ LAS REACCIONES DE LOS HIJOS ” Por: Elena G De White Colaboradores: América Lara & Adriana Jiménez