¿Pero esperaremos hasta que sintamos que estamos limpiados? No. Cristo ha prometido que “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad”. 1 Juan 1:9. Ustedes son probados por Dios mediante su Palabra. No han de esperar emociones maravillosas antes de creer que Dios los ha escuchado. Los sentimientos no han de ser su norma, pues las emociones son tan mutables como las nubes. Deben tener algo sólido como fundamento su fe, la Palabra del Señor es una Palabra de infinito poder, en ella pueden confiar, y él ha dicho: “Pedid, y recibiréis”. Juan 16:24. Miren al Calvario. ¿No ha dicho Cristo que es el abogado de ustedes? ¿No ha dicho que si piden cualquier cosa en su nombre, la recibirán? No han de depender de su propia bondad o de sus buenas obras. Tienen que venir dependiendo del Sol de justicia, creyendo que Cristo ha quitado sus pecados y les ha imputado su justicia.—The Signs of the Times, 12 de diciembre de 1892; Mensajes Selectos 1:385, 386.
LAS EMOCIONES NO SON UNA SALVAGUARDIA SEGURA
Con frecuencia los sentimientos son engañosos, las emociones no son una salvaguardia segura; porque son variables y sujetas a circunstancias externas. Muchos se dejan seducir al confiar en las impresiones sensacionales. La prueba es: ¿Qué están haciendo para Cristo? ¿Qué sacrificios están haciendo, qué victorias están obteniendo? Un espíritu egoísta vencido, una tentación para descuidar el deber resistida, una pasión subyugada y la obediencia voluntaria y alegre prestada a la voluntad de Cristo, constituyen una evidencia mucho mayor de que somos hijos de Dios que la piedad espasmódica y la religión emotiva.—Joyas de los Testimonios 2:100 (1876).
LOS CRISTIANOS NO DEBIERAN ESTAR SUJETOS A LAS EMOCIONES
Los hijos de Dios no deben estar sujetos a los sentimientos y las emociones. Cuando vacilan entre la esperanza y el temor, hieren el corazón de Cristo, porque les ha dado pruebas eviden- tes de su amor […]. Quiere que hagan la obra que les ha confiado; entonces sus corazones serán como arpas sagradas en las manos divinas, cada una de cuyas cuerdas emitirá alabanza y acción de gracias a Aquel que Dios ha enviado para quitar los pecados del mundo. Testimonios para los Ministros, 518, 519 (1914).