«Pero él respondió:Todos estos años he trabajado para ti como un burro y nunca me negué a hacer nada de lo que me pediste.Y en todo ese tiempo,no me diste ni un cabrito para festejar con mis amigos:« (Luc. 15:29, NTV)
Si el legalismo es tan peligroso, ¿por qué es tan común? ¡Porque es atractivo! A simple vista, el legalismo parece más sencillo que razonar y hacer exégesis bíblica; solo se trata de cumplir con una lista de requisitos. El legalismo también hace que nos sintamos superiores, más escrupulosos y devotos que los demás. Pero, sobre todo, el legalismo nos da un falso sentido de seguridad. Si leemos la Biblia, oramos y vamos a la iglesia, creemos que entonces Dios nos protegerá. A un nivel básico, el legalismo implica intentar controlar a Dios a través de nuestros esfuerzos. (Es el equivalente moderno de sacrificar a una virgen en un volcán.)
El legalismo es transaccional; no nos humilla con gracia inmerecida. El legalismo es práctico; simplifica cualquier situación a blanco y negro, y evita así disonancias cognitivas. «Muchos usamos al legalismo como una muleta espiritual», escribe Sharon Hodde Miller en Nice [Agradable]. «Preferimos categorías claras y ordenadas que no requieran que pensemos, que confiemos, que caminemos en la fe o que nos ensuciemos las uñas». Aunque Dios nos llama a orar, a leer la Biblia y a obedecer, estas disciplinas espirituales no son herramientas para controlar los resultados. Son formas de acercarnos a Dios, aceptando el misterio y complejidad que esto implica.
Para renunciar al legalismo debemos aceptar nuestra vulnerabilidad y absoluta dependencia. Abrir el corazón a la gracia implica perder la ilusión del control. «Por definición, no podemos ´calificar’ para obtener gracia de ninguna manera, por ningún medio o mediante ninguna acción», escribe Sinclair Ferguson en El Cristo completo. «Por lo tanto, comprender la gracia de Dios, es decir, comprender a Dios mismo, es lo que desmorona al legalismo». La gracia es el único antídoto eficaz. La gracia transforma nuestra imagen de nosotras mismas y la imagen que tenemos de Dios. La gracia nos revela que Dios no es un ser punitivo e iracundo que debe ser aplacado, sino un padre amante. La gracia de Dios es una fuerza implacable; no podemos domesticarla ni manipularla. Sin embargo, si nos dejamos llevar por su caudal, descubriremos una libertad y belleza insospechadas.
Señor,graciaspor salvarmepor medio de Jesús.Hoy acepto que dependo absolutamentede ti y abro mi corazón a tu gracia. Muéstramela belleza de tuamorpor mí Amén.