Dios es exigente—Dios ordenó a los hijos de Israel que lavaran su ropa y desecharan toda impureza de su campamento, para que cuando él pasara no viera su inmundicia. Dios pasa por nuestros hogares actualmente y contempla las condiciones insalubres en que viven las familias y los malos hábitos. ¿No conviene que nos reformemos con presteza?
Padres, Dios os ha hecho sus instrumentos a fin de que comuniquéis en la mente de vuestros hijos los principios correctos. Dios os ha confiado a los pequeños, y ese Dios que fue tan exigente, que indicó que los hijos de Israel cultivaran hábitos de limpieza, no sancionará ninguna impureza en el hogar de hoy. Dios os ha dado la obra de educar a vuestros hijos en este sentido, y al enseñar a vuestros hijos hábitos de limpieza, les estáis enseñando lecciones espirituales. Comprenderán que Dios desea que sean pulcros de corazón tanto como de cuerpo, y serán conducidos a la comprensión de los puros principios que Dios desea que gobiernen cada acto de nuestros días.—Manuscrito 32, 1899.
Si Dios fue tan exigente que ordenó la limpieza en el viaje por el desierto, cuando estaban continuamente al aire libre, no requiere menos de nosotros que vivimos en casas cerradas, donde las impurezas se ven mejor y tienen una mayor influencia sobre la salud.—Counsels on Health, 82.
La limpieza debería automatizarse—La falta de limpieza en el hogar es un grave error porque tiene una gran influencia deformadora en la persona. Aun en la infancia, deberían dirigirse correctamente la mente y los hábitos de los niños. . . . Mostradles que la falta de limpieza, sea en el cuerpo o el vestido, es desagradable para Dios. Enseñadles a comer con limpieza. Vigilad constantemente que esos hábitos se automaticen. . . . Como resultado, la impureza será despreciada como debe serlo. Ojalá que todos comprendan que estos pequeños deberes no deben descuidarse. Toda su vida futura recibirá el molde de los hábitos y las prácticas de su niñez. Los niños son particularmente susceptibles a las impresiones, y deberían impartírseles conocimientos sanitarios no permitiéndoseles el desorden.—Manuscrito 32, 1899.
Enseñadles amor a la limpieza y odio a la suciedad—Deberíais cultivar un amor por la pulcritud y la estricta limpieza.—Testimonies for the Church 2:66.
Vestid a vuestros hijos con sencillez. Confeccionad su ropa con material durable. Mantenedlos atrayentes y limpios. Enseñadles a odiar todo lo que sea suciedad e impureza.—Manuscrito 19, 1901. Que las energías que ahora se emplean para planear innecesariamente lo que comeréis y beberéis o con qué os vestiréis, se dirijan a mantener limpias sus personas [de vuestros hijos] y aseadas sus ropas. No me entendáis mal en esto. Yo no digo que debáis mantenerlos encerrados, como muñecas. No hay nada impuro en la arena limpia y en la tierra seca; son las emanaciones del cuerpo las que contaminan, y que requieren que la ropa sea cambiada y el cuerpo lavado.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 141.