Yo soy Jehová, tu Dios, fuerte, celoso La relación estrecha y sagrada de Dios con su pueblo se representa mediante el símbolo del matrimonio. Puesto que la idolatría es adulterio espiritual , el desagrado de Dios bien puede llamarse celos.
Que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen ; Es inevitable que los hijos sufran las consecuencias de fa maldad de sus padres, pero no son castigados por la culpa de sus padres, a no ser que participen de los pecados de estos. Sin embargo, generalmente los hijos siguen los pasos de sus padres. Por la herencia y por el ejemplo, los hijos llegan a ser participantes de los pecados de sus progenitores. Las malas inclinaciones, el apetito pervertido, la moralidad depravada, además de las enfermedades y la degeneración física. se transmiten como un legado de padres a hijos, hasta la tercera y cuarta generación. Esta terrible verdad debiera tener un poder solemne para impedir que los hombres sigan una conducta pecaminosa.
Y hago misericordia por millares a los que me aman y guardan mis mandamientos […] A los que son fieles en servir al Señor se les promete misericordia, no solo hasta la tercera y cuarta generación, que es el tiempo que su ira amenaza a los que le odian, sino está la milésima generación.
»“No tomarás el nombre de Jehová, tu Dios, en vano, porque no dará por inocente Jehová al que tome su nombre en vano; El tercer mandamiento no solo prohíbe el jurar en falso y las blasfemias tan comunes, sino también el uso del nombre de Dios de una manera frívola o descuidada, sin considerar su tremendo significado. Deshonramos a Dios cuando mencionamos su nombre en la conversación ordinaria, cuando apelamos a él por asuntos triviales, cuando repetimos su nombre con frecuencia y sin reflexión.
»Acuérdate del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día es de reposo para Jehová, tu Dios; no hagas en el obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni el extranjero que está dentro de tus puertas, porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el Sábado y lo santificó.
»El cuarto mandamiento no presenta el sábado como una institución nueva, sino como establecido en el tiempo de la creación del mundo. Hay que recordar y observar el sábado como monumento de la obra del Creador. Al señalar a Dios como el Creador de los cielos y de la tierra, el sábado distingue al verdadero Dios de todos los falsos dioses. Todos los que guardan el séptimo día demuestran, al hacerlo, que son adoradores de Jehová. Así el sábado será la señal de lealtad del hombre hacia Dios mientras exista en la tierra un pueblo que le sirva».— ELENA G. DE WHITE, PATRIARCAS Y PROFETAS, cap. 27, pp. 278-279.
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