El plan de nuestra redención no fue una reflexión ulterior, formulada después de la caída de Adán. Fue una revelación “del misterio que por tiempos eternos fue guardado en silencio”. Romanos 16:25. Fue una manifestación de los principios que desde edades eternas habían sido el fundamento del trono de Dios. Desde el principio, Dios y Cristo sabían de la apostasía de Satanás y de la caída del hombre seducido por el apóstata. Dios no ordenó que el pecado existiese, sino que previó su existencia, e hizo provisión para hacer frente a la terrible emergencia. Tan grande fue su amor por el mundo, que se comprometió a dar a su Hijo unigénito “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16…
Este fue un sacrificio voluntario. Jesús podría haber permanecido al lado del Padre. Podría haber conservado la gloria del cielo, y el homenaje de los ángeles. Pero prefirió devolver el cetro a las manos del Padre, y bajar del trono del universo, a fin de traer luz a los que estaban en tinieblas, y vida a los que perecían (El Deseado de todas las gentes, pp. 13, 14).
Jesús miró las inocentes víctimas de los sacrificios, y vio cómo los judíos habían convertido estas grandes convocaciones en escenas de derramamiento de sangre y crueldad. En lugar de sentir humilde arrepentimiento del pecado, habían multiplicado los sacrificios de animales, como si Dios pudiera ser honrado por un servicio que no nacía del corazón. Los sacerdotes y gobernantes habían endurecido sus corazones con el egoísmo y la avaricia. Habían convertido en medios de ganancia los mismos símbolos que señalaban al Cordero de Dios. Así se había destruido en gran medida a los ojos del pueblo la santidad del ritual de los sacrificios. Esto despertó la indignación de Jesús; él sabía que su sangre, que pronto había de ser derramada por los pecados del mundo, no sería más apreciada por los sacerdotes y ancianos que la sangre de los animales que ellos vertían constantemente (El Deseado de todas las gentes, pp. 540, 541).
Al dar su vida por la vida del mundo, Cristo franqueó el abismo abierto por el pecado, para unir esta tierra maldita con el universo celestial. Dios escogió este mundo para que fuera el escenario de sus poderosas obras de gracia. Mientras la sentencia condenatoria pendía sobre él a causa de la rebelión de sus habitantes, mientras nubes de ira se iban acumulando debido a la transgresión de la ley de Dios, se escuchó una voz misteriosa en el cielo que decía: “He aquí, vengo… El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado”. Salmo 40:7, 8.
Nuestro sustituto y seguridad vino del cielo para declarar que había traído con él el inmenso e incalculable don de la vida eterna. Se ofrece perdón a todos los que quieran volver a ser leales a la ley de Dios…
Jesús está enviando ahora su mensaje a un mundo caído. Se complace en tomar elementos aparentemente sin esperanza que han sido instrumentos de Satanás, para someterlos a la influencia de su gracia. Se regocija al librarlos de la ira que caerá sobre los desobedientes (Cada día con Dios, p. 82).
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2021.
2nd Trimestre 2021 LA PROMESA «EL PACTO DEL DIOS ETERNO«
Lección 11: «“EL SANTUARIO DEL NUEVO PACTO”»
Colaboradores: Lorenia Beltran & Meri Ruiz