Aunque la ley es santa, los judíos no pudieron alcanzar la justicia por sus propios esfuerzos para guardarla. Los discípulos de Cristo debían buscar una justicia diferente de la justicia de los fariseos, si querían entrar en el reino de los cielos. Dios les ofreció, en su Hijo, la justicia perfecta de la ley. Si querían abrir sus corazones para recibir plenamente a Cristo, entonces la vida misma de Dios, su amor, moraría en ellos, transformándolos a su semejanza; así, por el don generoso de Dios, poseerían la justicia exigida por la ley. Pero los fariseos rechazaron a Cristo; “Ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia” (Romanos 10: 3), no querían someterse a la justicia de Dios (El discurso maestro de Jesucristo, p. 50).
Es sofistería de Satanás la idea de que la muerte de Cristo introdujo la gracia para ocupar el lugar de la ley. La muerte de Jesús no modificó ni anuló ni menoscabó en el menor grado la ley de los Diez Mandamientos. Esa preciosa gracia ofrecida a los hombres por medio de la sangre del Salvador, establece la ley de Dios. Desde la caída del hombre, el gobierno moral de Dios y su gracia son inseparables. Ambos van de la mano a través de todas las dispensaciones. “La misericordia y la verdad se encontró; la justicia y la paz se besaron ”. Salmo 85:10.
Jesús, nuestro Sustituto, aceptó cargar por el hombre con la penalidad de la ley transgredida. Cubrió su divinidad con humanidad y de ese modo llegó a ser el Hijo del Hombre, un Salvador y Redentor. El hecho mismo de la muerte del amado Hijo de Dios a fin de redimir al hombre, muestra la inmutabilidad de la ley divina. ¡Cuán fácilmente, desde el punto de vista del transgresor, Dios podría haber abolido su ley, proveyendo así una vía por el cual los hombres podrían salvarse y Cristo permanecer en el cielo! La doctrina que enseña libertad, mediante la gracia, para quebrantar la ley, es un engaño fatal. Todo transgresor de la ley de Dios es un pecador, y nadie puede ser santificado mientras vive conscientemente en pecado (Fe y obras, pp. 29, 30).
Cualquiera sea el carácter de vuestro pecado, confesadlo. Si lo habéis cometido únicamente contra Dios, confesadlo solo a él. Si habéis dañado u ofendido a otros, confesadlo también a ellos, y la bendición del Señor reposará sobre vosotros. Así es como moriréis al yo, y Cristo se formará en vosotros …
Los que reciben el reproche y la corrección como de Dios, y así pueden ver y corregir sus errores, están aprendiendo preciosas lecciones aun de sus errores. Su aparente derrota se convierte en victoria. Se mantiene, no confiando en su propia fuerza sino en la fortaleza de Dios. Tienen celo, fervor y amor, unidos con humildad y regulados por los preceptos de la Palabra de Dios. No caminan tambaleantes, sino seguros en la senda donde brilla la luz celestial (That I May Know Him, p. 239; parcialmente en A fin de conocerle, p. 238).
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2021. 2nd Trimestre 2021 LA PROMESA «EL PACTO DEL DIOS ETERNO« Lección 7: «“EL PACTO EN EL SINAÍ”» Colaboradores: Lorenia Beltran & Meri Ruiz