Aquí se describe el ayuno que Dios puede aceptar. Consiste en compartir tu pan con el hambriento, y llevar a tu casa al pobre que anda errante. No esperes a que acudan a ti. No es tarea de ellos buscarte y rogarte que les des un lugar. Tú tienes que buscarlos y llevarlos a tu casa. Tú debes derramar tu alma en procura de ellos. Debes levantar una mano para aferrarte por la fe de la poderosa Mano que brinda salvación, mientras con tu otra mano de amor alcanzas al oprimido con el fin de darle alivio. Es imposible que te aferres de la mano de Dios con una mano, mientras empleas la otra para servir a tus propios placeres.
Si os dedicáis a esta obra de misericordia y amor, ¿será posible que esta tarea sea demasiado pesada para vosotros? ¿Fracasaréis y seréis aplastados bajo su peso, y vuestra familia quedará privada de vuestro auxilio y vuestra influencia? ¡Oh, no! Dios ha eliminado cuidadosamente toda duda con respecto a este asunto al hacer un compromiso con vosotros condicionado a vuestra obediencia. Esta promesa abarca todo lo que el más exigente y más vacilante podría anhelar. “Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación (salud) se dejará ver pronto”. Solamente creed que el que prometió es fiel. Dios puede renovar la fortaleza física. Más aún: dice que lo va a hacer (Testimonios para la iglesia, t. 2, pp. 32, 33).
Aprovechad cada oportunidad que se os presente para contribuir a la felicidad de vuestros semejantes, compartiendo con ellos vuestro afecto. Las palabras bondadosas, las miradas de compasión, las expresiones de aprecio serán como un vaso de agua fresca para el sediento, en el caso de muchas personas solitarias y afligidas. Una palabra de ánimo, un acto de bondad aliviarán muchísimo las cargas que pesan sobre muchos hombros fatigados. La verdadera felicidad se encuentra en un ministerio abnegado. Y cada palabra y acción nacidas con ese fin se registran en los libros del cielo como si se dirigieran a Cristo… Vivid bajo el resplandor del amor de Jesús. Entonces seréis una bendición para el mundo.
El espíritu de trabajo abnegado en beneficio de los demás confiere profundidad, estabilidad y encanto como el de Cristo al carácter y crea paz y felicidad en el corazón de su poseedor.
Cada deber cumplido, cada sacrificio hecho en el nombre de Jesús, produce una excelsa recompensa. En el mismo acto del deber, Dios habla, y da su bendición (Mi vida hoy, p. 170).
“En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”…
El amor y la simpatía que Jesús quisiera que brindáramos a los demás no tiene sabor a sentimentalismo, que es una trampa para el alma; es un amor de origen celestial, que Jesús practicó por precepto y ejemplo…
El amor de Jesús es un principio activo que une corazón con corazón en lazos de comunión cristiana. Cada persona que entre en el cielo habrá sido perfeccionada en amor en la tierra; porque en el cielo los objetos de nuestro interés lo serán el Redentor y los redimidos (Dios nos cuida, p. 24).
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2020.
1re. Trimestre 2021 ISAÍAS: «CONSOLAOS, PUEBLO MÍO«
Lección 11: «“AMOR A CAMBIO”»
Colaboradores: Esther Jiménez & Meri Ruiz