«Estableceré un pacto contigo y con tu descendencia después de ti, de generación en generación: un pacto perpetuo, para ser tu Dios y el de tu descendencia después de ti». Génesis 17: 7.
ASÍ COMO LA BIBLIA presenta dos leyes, una inmutable y eterna, la otra provisional y temporaria, así también hay dos pactos. El pacto de la gracia se estableció primeramente con el hombre en el Edén, cuando después de la caída se dio la promesa divina de que la simiente de la mujer herirá a la serpiente en la cabeza. Este pacto puso al alcance de todos los seres humanos el perdón y la ayuda de la gracia de Dios para obedecer en lo futuro mediante la fe en Cristo. También se les prometió la vida eterna si eran fieles a la ley de Dios. Así recibieron los patriarcas la esperanza de la salvación.
Este mismo pacto le fue renovado a Abraham en la promesa: «En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra» (Gén. 22: 18). Esta promesa dirigía los pensamientos hacia Cristo. Así la entendió Abraham (ver Gál. 3: 8, 16), y confió en Cristo para obtener el perdón de sus pecados. Fue esta fe la que se le contó como justicia. El pacto con Abraham también mantuvo la autoridad de la ley de Dios. El Señor se le apareció y le dijo: «Yo soy el Dios Todopoderoso. Anda delante de mí, y sé perfecto» (Gén. 17: 1). El testimonio de Dios respecto a su siervo fiel fue: «Oyó Abraham mi voz y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes» (Gén 26: 5).— Patriarcas y profetas, cap. 32, p. 340.
El pacto hecho con Abraham fue ratificado mediante la sangre de Cristo, y es llamado el «segundo» pacto o «nuevo» pacto, porque la sangre con la cual fue sellado se derramó después de la sangre del primer pacto. —Ibid., p. 341.
Devocional Vespertino Para 2021. «La Fe por la cual vivo» «SATANÁS Y LA GRAN REBELIÓN» Por: Elena G. de White Colaboradores: Martha González & Joaquín Maldonado