Me dirijo al pueblo de Dios que hoy retiene firme su confianza, que no se apartará de la fe que ha sido una vez dada a los santos, que está de pie en medio de las tinieblas morales de estos días de corrupción. La palabra del Señor a vosotros es esta: “Y me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo”. ¿No podemos ver aquí el amor paternal de Dios expresado hacia aquellos que se mantienen aferrados a la fe en la justicia? Existe la más estrecha relación entre Dios y su pueblo. No solamente somos objeto de su misericordia llena de gracia, de su amor perdonador; somos más que esto. El Señor se regocija sobre su pueblo. Él se deleita en sus hijos. Él es su seguridad. Hermoseará con el espíritu de santidad a todos los que le sirven con corazón integro. Los reviste de justicia. Ama a los que hacen su voluntad, los que expresan su imagen. Todos los que son veraces y fieles se conforman a la imagen de su Hijo. En su boca no ha sido hallado engaño, porque son sin falta delante del trono de Dios (Testimonios para los ministros, pp. 414, 415).
“Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos; y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar”. Isaías 55:7…
¡Qué seguridad se nos da aquí de la buena voluntad de Dios para recibir al pecador arrepentido! ¿Has escogido tú, lector, tu propio camino? ¿Has vagado lejos de Dios? ¿Has procurado deleitarte con los frutos de la transgresión, para hallar tan solo que se vuelven ceniza en tus labios? Y ahora, desperdiciada tu hacienda, frustrados los planes de tu vida, y muertas tus esperanzas, ¿te sientes solo y abandonado?…
No prestéis oído a la sugestión del enemigo de permanecer lejos de Cristo hasta que os hayáis hecho mejores; hasta que seáis suficientemente buenos para ir a Dios. Si esperáis hasta entonces, nunca iréis. Cuando Satanás os señale vuestros vestidos sucios, repetid la promesa de Jesús: “Al que a mí viene, no le echo fuera”. Juan 6:37. Decid al enemigo que la sangre de Jesucristo limpia de todo pecado (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 161, 162).
No conocemos lo que está delante de nosotros, pero sabemos que tenemos el privilegio de entregar nuestras almas a Dios como nuestro fiel Creador. Agradezcámosle por tener un refugio en la tribulación. Recordemos que Cristo es una ayuda presente en todo tiempo de necesidad. Las promesas de la Palabra de Dios son ricas, plenas y gratuitas. Dios está con nosotros, cuida de nosotros…
Es nuestro privilegio abrir nuestros corazones y permitir que entre el Salvador. Alabémoslo por el resplandor de su presencia. Llevemos la luz del sol de su amor sobre nuestros rostros e introduzcámosla en nuestras palabras. Entonces su gozo estará en nosotros, y nuestro gozo será complete (Alza tus ojos, p. 140).
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2020.
1re. Trimestre 2021 ISAÍAS: «CONSOLAOS, PUEBLO MÍO«
Lección 12: «“EL DESEADO DE TODAS LAS GENTES”»
Colaboradores: Esther Jiménez & Meri Ruiz