Durante los últimos siglos de la historia de Israel antes del primer advenimiento, era de comprensión general que se aludía a la venida del Mesías en esta profecía: “Poco es que tú me seas siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures los asolamientos de Israel: también te dí por luz de las gentes, para que seas mi salud [salvación] hasta lo postrero de la tierra”. Isaías 49:6…
A Cristo fue a quien se dirigió la promesa profética: “Así ha dicho Jehová, Redentor de Israel, el Santo suyo, al menospreciado de alma, al abominado de las gentes… así dijo Jehová: …Guardarte he, y te daré por alianza del pueblo, para que levantes la tierra, para que heredes asoladas heredades; para que digas a los presos: Salid; y a los que están en tinieblas: Manifestaos… No tendrán hambre ni sed, ni el calor ni el sol los afligirá; porque el que tiene de ellos misericordia los guiará, y los conducirá a manaderos de aguas”. Isaías 49:7-10 (Profetas y reyes, p. 508).
Como Redentor del mundo, Cristo arrostraba constantemente lo que parecía ser el fracaso. Él, el mensajero de misericordia en nuestro mundo, parecía realizar solo una pequeña parte de la obra elevadora y salvadora que anhelaba hacer. Las influencias satánicas estaban obrando constantemente para oponerse a su avance. Pero no quiso desanimarse…
Jesús confió en esta palabra [de las promesas de la Palabra de Dios], y no dio a Satanás ventaja alguna. Cuando iba a dar los últimos pasos en su humillación, cuando estaba por rodear su alma la tristeza más profunda, dijo a sus discípulos: “Viene el príncipe de este mundo; mas no tiene nada en mí”. “El príncipe de este mundo es juzgado”. “Ahora será echado”. Juan 14:30; 16:11; 12:31 (El Deseado de todas las gentes, p. 633).
En cada prueba tenemos consolación eficaz. ¿No se conmueve nuestro Salvador al comprender nuestras debilidades? ¿No ha sido tentado en todo como nosotros? ¿Y no nos ha invitado a llevarle cada prueba y perplejidad? Entonces no nos aflijamos por las cargas de mañana. Valerosa y alegremente llevemos las cargas de hoy. Hoy tenemos que tener confianza y fe. No estamos invitados a vivir más que un día a la vez. Quien da fortaleza para hoy, dará fortaleza para mañana…
Nada hiere tanto el alma como los agudos dardos de la incredulidad. Cuando la prueba viene, como indudablemente vendrá, no os angustiéis o lamentéis. El silencio en el alma hace más clara la voz de Dios. “Luego se alegran, porque se apaciguaron”. Salmo 107:30. Recordad que debajo de vosotros están los brazos eternos. “Guarda silencio ante Jehová, y espera en él”. Salmo 37:7. Él os está guiando a un refugio de experiencias benignas (Dios nos cuida, p. 182).