«Por esta razón me arrodillo delante del Padre, de quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la tierra». Efesios 3: 14-15, NVI
LA COMPRENSIÓN DEL AMOR de Dios induce a renunciar al egoísmo. Al llamar a Dios nuestro Padre, reconocernos a todos sus hijos como nuestros hermanos. Todos formamos parte del gran tejido de la humanidad; todos somos miembros de una sola familia.— El discurso maestro de Jesucristo, cap. 5, p. 161.
Dios no hace distinción por causa de nacionalidad, raza o casta (ver Hech. 10: 34). Él es el Creador de toda la humanidad. Por la creación, todos los seres humanos pertenecen a una sola familia; y todos constituyen una por la redención. Cristo vino para derribar el muro de separación, para abrir todos los departamentos de los atrios del templo, a fin de que toda alma tuviera libre acceso a Dios. Su amor es tan amplio, tan profundo y completo, que lo llena todo. Arrebata de la influencia satánica a aquellos que fueron engañados por sus seducciones, y los coloca al alcance del trono de Dios, al que rodea el arco iris de la promesa. En Cristo no hay «judío ni griego; no hay esclavo ni libre» (Gál. 3: 28).— Profetas y reyes, cap. 31, p. 249.
Vino para demostrar que su don de misericordia y amor es tan ilimitado como el aire, la luz o las lluvias que refrescan la tierra.— Obreros evangélicos, p. 46.
Dios es nuestro Padre y Gobernador […]. Los principios que rigen en el cielo, deben regir también en la tierra, el mismo amor que anima a los ángeles, la misma pureza y santidad que reina en el cielo, en la medida de lo posible, debe ser reproducida en la tierra.— Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 264.
Devocional Vespertino Para 2021. «La Fe por la cual vivo» «LOS TRES DIGNATARIOS DEL CIELO» Por: Elena G. de White Colaboradores: Martha González & Joaquín Maldonado