«Yo me alegraré con Jerusalén y me gozaré con mi pueblo, y nunca más se oirán en ella voz de lloro ni voz de clamor». Isaías 65: 19
VAMOS HACIA LA PATRIA. El que nos amó al punto de morir por nosotros, nos ha edificado una ciudad. La nueva Jerusalén es nuestro lugar de descanso. No habrá tristeza en la ciudad de Dios. Nunca más se oirá el llanto ni el lamento de las esperanzas destrozadas y de los afectos rotos. Pronto las vestiduras de pesar serán reemplazadas por el vestido de bodas. Pronto presenciaremos la coronación de nuestro Rey. Los creyentes cuya «vida está escondida con Cristo en Dios», los que en esta tierra pelearon «la buena batalla de la fe», «entonces […] resplandecerán como el sol en el reino de su Padre» (Col. 3: 3; 1 Tim. 6: 12; Mat. 13: 43). — Testimonios para la iglesia, t. 9, p. 228. La voluntad de Dios ha de ser hecha «en la tierra lo mismo que se hace en el cielo» (Mat. 6: 10, LPH). Entonces todo el mundo no reconocerá otra ley que la del cielo. Todos formaremos una familia feliz y unida, revestidos con las vestiduras de alabanza y agradecimiento: el manto de la justicia de Cristo. Toda la naturaleza, con belleza insuperable, ofrecerá a Dios un constante tributo de alabanza y adoración. El mundo quedará inundado por la luz del cielo. Los años transcurrirán en alegría. La luz de la luna será como la del sol, Y la del sol será siete veces mayor que ahora. Sobre la escena cantarán juntas las estrellas de la mañana y los hijos de Dios clamarán de gozo, mientras que Dios y Cristo unirán su voz para proclamar: «No habrá más pecado, ni habrá más muerte» (ver Apoc. 21: 4)• — Ibíd., t. 8, p. 49.
«Él secará sus lágrimas, y no morirán jamás. Tampoco volverán a llorar, ni a lamentarse, ni sentirán ningún dolor, porque lo que antes existía ha dejado de existir». Apocalipsis 21 : 4, TLA
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“Una Religion Radiante”
Por: Elena G. de White