«Los verdaderos circuncidados somos nosotros, los que adoramos a Dios movidos por su Espíritu, y nos gloriamos de ser de Cristo Jesús, y no ponemos nuestra confianza en las cosas externas». Filipenses 3: 3, DHH
DIOS ES ESPÍRITU; y los que lo adoran, en espíritu y en verdad es necesario que lo adoren» (Juan 4: 24). […] La religión no ha de limitarse a las formas o ceremonias externas. La religión que proviene de Dios es la única que conduce a Dios. A fin de servirle debidamente, debemos nacer del Espíritu divino. Esto purificará el corazón y renovará la mente, proporcionándonos una mejor capacidad de conocer y amar a Dios; y nos inspirará una obediencia voluntaria a todos sus requerimientos. Esta es la verdadera adoración. — El Deseado de todas las gentes, cap. 19, p. 165. La religión de Cristo significa más que el perdón del pecado; significa la eliminación de nuestros pecados, y haber llenado ese vacío con la gracia del Espíritu Santo. Significa asimismo iluminación divina, regocijo en Dios, y un corazón despojado del yo y bendecido con la presencia permanente de Cristo. Cuando Cristo reina en el corazón, hay pureza, liberación del pecado. Se cumple en la vida la gloria, la plenitud, la totalidad del plan del evangelio. La aceptación del Salvador produce un resplandor de perfecta paz, amor perfecto, y perfecta seguridad. La belleza y fragancia del carácter de Cristo, reveladas en la vida, testifican que Dios ha enviado ciertamente a su Hijo al mundo, para ser su Salvador. — Palabras de vida del gran Maestro, cap. 29, pp. 345-346.
«La religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y guardarse sin mancha del mundo». Santiago I : 27
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“Una Religion Radiante”
Por: Elena G. de White