«!Alabad a Jehová, invocad su nombre, dad a conocer sus obras entre los pueblos!!Cantadle, cantadle salmos! Hablad de todas sus maravillas,Gloriaos en su santo nombre; alégrese el corazón de los que buscan a Jehová» (Salmo 105: 1-3).
Alguna vez has participado en una fiesta para Dios? Sé que puede sonarte extraño, pero ¿acaso no nos gustan a todos las fiestas? Son momentos de diversión, de risas, de celebración de la vida. Así que dar una fiesta para celebrar a Dios sería maravilloso. Cuando leo los versículos del Salmo 105, me da la impresión de que el salmista nos motiva a celebrarle una fiesta a nuestro Padre celestial. El versículo 3 comienza con la palabra «gloriaos», es decir, «regocíjense», «diviértanse». La palabra original hebrea halal puede significar «hacer espectáculo, alardear, hablar con entusiasmo, celebrar, ser [ruidosamente] gracioso». Lo que el salmista está diciendo es que cada día debemos vivir una vida de alabanza a Dios, hablar maravillas de Dios, alardear de él, e incluso ser graciosas a la hora de elogiarlo.
Mi palabra favorita es «alegría», y mi frase favorita es: «No dejes que nadie te robe la alegría». La mejor forma que he encontrado para mantenerme alegre es comenzar cada mañana haciendo una fiesta para Dios, y continuar esa fiesta el resto del día. Bien temprano, comienzo mi devocional con alabanza y acción de gracias, con salmos e himnos. Y a medida que el día y mi fiesta con Dios van avanzando, continúo mi alabanza y acción de gracias con regocijo. Busco oportunidades para hablar de lo que Dios hace en mí.
Al final de la tarde, cuando la fiesta va terminando, concluyo con acción de gracias. Cada noche, antes de irme a la cama, escribo cinco cosas que Dios hizo por mí ese día. Quiero que sepa que lo amo y que le doy gracias por todo, tanto por IO grande como por lo pequeño. Y así me duermo con alabanzas y gratitud a Dios.
Todo esto puede sonar muy fácil, pero no lo es. Hay momentos en que alabar y agradecer a Dios es lo último que quiero hacer. Sin embargo, cuando analizo mi vida, no importa la adversidad, siempre hay alguna razón para alabar y dar gracias a Dios. ilnténtalo! Celebra una fiesta de alabanza y acción de gracias a Dios cada día, comenzando hoy, y deja que continúe hasta la noche. Sé graciosa en tu manera de elogiarlo, habla con entusiasmo sobre su bondad. ¡Ya tienes un motivo para celebrar!