“También el reino de los cielos es semejante a un comerciante que busca buenas perlas, y al hallar una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía y la compró” (Mateo 13:45, 46).
Un día, en la congregación adventista de Zaragoza (España), apareció Víctor, el cual pertenecía a una familia muy católica, de buena posición económica y con un alto cargo en la delegación provincial del Ministerio de Fomento. En su casa, una jovencita adventista servía como doméstica y Víctor, que era un joven inquieto, un “buscador de buenas perlas”, quiso saber acerca de la fe singular de aquella chica que no trabajaba el sábado, entonces supo de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Pasó mucho tiempo, Víctor se casó, se trasladó a Zaragoza y aguijoneado por el recuerdo de la jovencita que trabajaba en casa de sus padres, decidió visitar la Iglesia Adventista. Así fue como lo conocí. Recibió estudios bíblicos y descubrió la perla preciosa que buscaba. Entonces, comenzaron los problemas: su esposa le dio la espalda y, mal aconsejada por su consejero espiritual, acabó con el matrimonio. En su trabajo no le permitieron descansar el sábado y fue despedido. Por si fuera poco, dejó de ser para muchas de sus amistades un hombre honorable. El precio que debía pagar por poseer aquella “perla preciosa” era muy alto, pero él no dudó. Aceptó la verdad, compró la anhelada perla, “vendiendo” todo lo que hasta entonces había tenido: matrimonio, familia, amistades, posición social.
“Hemos de buscar la perla de gran precio, pero no en los emporios del mundo y por medio de los métodos mundanos. El precio que se nos exige no es oro ni plata, porque estas cosas pertenecen a Dios. Abandonad la idea de que las ventajas temporales o espirituales ganarán vuestra salvación. Dios pide vuestra obediencia voluntaria. El os pide que abandonéis vuestros pecados. […] Hay algunos que parecen estar siempre buscando la perla celestial. Pero no hacen una entrega total de sus malos hábitos. No mueren al yo para que Cristo viva en ellos. Por lo tanto no encuentran la perla preciosa. No han vencido la ambición no santificada y el amor a las atracciones mundanas. No toman la cruz y siguen a Cristo en el camino de la abnegación y de la renunciación propia.
Casi cristianos, aunque todavía no totalmente, parecen estar cerca del reino de los cielos, pero no pueden entrar. Casi, pero no totalmente salvos, significa ser no casi sino totalmente perdidos” (Palabras de vida del gran Maestro, p. 89).
¿Qué estás tú dispuesto a dejar con tal de obtener la perla de gran precio?
Tomado de: Lecturas devocionales para Adultos 2015 “Pero hay un Dios en los Cielos” Por: Carlos Puyol Buil