Los pasos del hombre los dirige el Señor. ¿Cómo puede el hombre entender su propio camino? Proverbios 20:24. NVI.
Colportaba en la ciudad de Sucre durante una campaña de verano, cuando conocí a otro colportor que estaba tan desanimado como yo, y decidimos trabajar juntos. Sin embargo, nuestra intención no duró mucho. Unos perros enojados comenzaron a ladrarnos y a acercarse demasiado a nosotros. Escapamos en diferentes direcciones.
Nuevamente me encontré colportando sola. Seguí de puerta en puerta, hasta la última casa de la cuadra. Cuando golpeé la puerta, una mujer me atendió y me dijo que esperara. Luego de esperar un rato, su hijita me vio, y le dije que estaba esperando a su mamá. Finalmente, la madre volvió, me invitó a pasar, le mostré los libros y compró uno en cuotas.
En enero volví por la segunda cuota, pero me atendió una mujer mayor. María Elena. Ella era la madre de mi clienta, y me dijo que su hija ya no vivía allí; pero me invitó a pasar mientras llamaba a su hija por teléfono. Un momento después María Elena volvió y me preguntó qué es lo que hacía, Le mostré mis materiales, y le gustó el libro acerca del matrimonio. Llamó a su esposo, José Luis, y el compró: “Todavía hay Esperanza”. Ella también compró el libro: “A Pesar de Nuestras Diferencias, me Casaría de Nuevo Contigo”.
Le pregunté si podía orar y si tenía algún pedido de oración. Ella me pidió que orara por su hijo, que estaba enfrentando un problema difícil. Ella le iba a mandar algunos libros. Termine la visita con una oración.
Cuando volví para la siguiente cuota, encontré a María Elena muy feliz y agradecida porque su hijo estaba leyendo los libros, especialmente el libro religioso. Él le dijo que los libros estaban cambiando su vida, y que estaba pensando en ir a la iglesia. María Elena compró un ejemplar del mismo libro para su hija que estaba en España. Oré nuevamente con y por ellos.
María Elena y yo nos hicimos buenas amigas. Le agradezco a Dios por guiarme a su hogar. Creo que el incidente con los perros enojados fue una intervención del Espíritu Santo para enviarme a la calle donde ella vivía. Hoy María Elena adora a Dios y ora por su esposo y sus hijos.
Nosotros sembramos y regamos, pero Dios da el crecimiento y cosecha. Mi mayor deseo es ver a María Elena y muchos otros clientes a quienes mostré el camino del Señor, cuando él regrese en gloria.
Heydi Valeria Chura Apaza, Bolivia
Tomado de: Matinal para Colportores 2015 «Encuentros con la gracia de Dios» Compilado por Howard Faigao