«La alimentación designada al hombre en el principio no incluía ningún producto de origen animal. Hasta después del diluvio cuando toda vegetación desapareció de la tierra, los seres humanos no recibieron permiso para comer carne.
»Al señalar el alimento para el hombre en el Edén, el Señor demostró cuál era el mejor régimen alimentario; en la elección que hizo para Israel enseñó la misma lección. Sacó a los israelitas de Egipto, y emprendió la tarea de educarlos para que fueran su pueblo. Por medio de ellos deseaba bendecir y enseñar al mundo. Les suministró el alimento más adecuado para este propósito, no la carne, sino el maná, “pan del cielo” (Éxo. 16: 4). Pero a causa de su descontento y de sus murmuraciones por las ollas de carne de Egipto les fue concedido carne, y esto únicamente por poco tiempo. Su consumo provocó enfermedades y muerte para miles. Sin embargo, nunca aceptaron con agrado la restricción de tener que alimentarse sin carne. Siguió siendo causa de descontento y murmuración, en público y en privado, de modo que nunca revistió carácter permanente.
»Al establecerse en Canaán, se permitió a los israelitas que consumieran carne, pero bajo prudentes restricciones encaminadas a mitigar los malos resultados. Comer carne de cerdo quedaba prohibido, como también la de otros animales, de ciertas aves y de ciertos peces, declarados impuros. De los animales declarados comestibles, la grasa y la sangre quedaban absolutamente descartadas.
»Sólo podían consumirse las reses sanas. Ningún animal desgarrado, mortecino, o que no hubiera sido cuidadosamente desangrado, podía servir de comida.
»Por haberse apartado del plan indicado por Dios en materia de alimentación, los israelitas sufrieron graves perjuicios. Desearon comer carne y cosecharon los resultados. No alcanzaron el ideal de carácter que Dios esperaba ni cumplieron los designios divinos. El Señor “les dio lo que pidieron, pero envió mortandad sobre ellos” (Sal. 106: 15). Preferían lo terrenal a lo espiritual, y no alcanzaron la sagrada preeminencia a la cual Dios se había propuesto que llegaran».-ELENA G. DE WHITE. El ministerio de curación, cap. 24, pp. 211-212
«Cuando los hombres y las mujeres se hayan convertido realmente, considerarán atentamente las leyes de la vida que Dios puso en su ser, para evitar toda debilidad física, mental y moral. La obediencia a estas leyes debe ser un asunto de conciencia. Sufriremos personalmente las enfermedades causadas por la violación de estas leyes. Tendremos que responder ante Dios por nuestros hábitos y prácticas. Por lo tanto, lo que debe preocuparnos no es: ¿Qué dirá la gente?, sino: ¿Cómo yo, que pretendo ser cristiano, debo tratar la morada que Dios me ha concedido? ¿Me esforzaré por lograr el más elevado bienestar físico y espiritual posible, manteniendo mi cuerpo como un templo donde more el Espíritu Santo? ¿O me inmolaré como sacrificio a las ideas y prácticas del mundo?».-ELENA G. DE WHITE. Testimonios para la iglesia, t. 6, pp. 369-370.
Después de haber analizado la lección de esta semana:
¿Qué aplicaciones personales te sientes motivado a realizar en tu vida?
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2021. 4to. trimestre 2021 INVERSO Lección 8 «¡SANTIDAD AL SEÑOR!» Colaboradores: Israel Esparza & Mayra Cota