¿Haremos avanzar la obra del Señor en la forma en que él lo ha señalado? ¿Estamos dispuestos a ser enseñados por Dios? ¿Lucharemos con Dios en oración? ¿Recibiremos el bautismo del Espíritu Santo? Esto es lo que necesitamos y podemos tener en este tiempo. Entonces saldremos con un mensaje del Señor, y la luz de la verdad brillará como una lámpara que arde, alcanzando todas partes del mundo. Si caminamos humildemente con Dios, él caminará con nosotros. Humillemos nuestras almas, y veremos su salvación.—The Review and Herald, 1 de julio de 1909.
Jacob prevaleció, porque fue perseverante y decidido. Su experiencia atestigua el poder de la oración insistente. Este es el tiempo en que debemos aprender la lección de la oración que prevalece y de la fe inquebrantable. Las mayores victorias de la iglesia de Cristo o del cristiano no son las que se ganan mediante el talento o la educación, la riqueza o el favor de los hombres. Son las victorias que se alcanzan en la cámara de audiencia con Dios, cuando la fe fervorosa y agonizante se ase del poderoso brazo de la omnipotencia.
Los que no están dispuestos a dejar todo pecado y buscar seriamente la bendición de Dios, no la alcanzarán. Pero todos los que se afirmen en las promesas de Dios como lo hizo Jacob, y sean tan vehementes y constantes como lo fue él, alcanzarán el éxito que él alcanzó.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 201, 202.
“La alabanza y la gratitud confieren poder a nuestras oraciones”
¿Consistirán nuestros ejercicios de devoción en pedir y recibir? ¿Estaremos siempre pensando en nuestras necesidades y nunca en los beneficios que recibimos? ¿Recibiremos las mercedes del Señor, y nunca le expresaremos nuestra gratitud, nunca lo alabaremos por lo que ha hecho por nosotros? No oramos demasiado, pero somos demasiado parsimoniosos en cuanto a dar las gracias. Si la bondad amante de Dios provocase más agradecimiento y alabanza, tendríamos más poder en la oración. Abundaríamos más y más en el amor de Dios, y él nos proporcionaría más dádivas por las cuales alabarle. Vosotros que os quejáis que Dios no oye vuestras oraciones, cambiad el orden actual, y mezclad alabanzas con vuestras peticiones. Cuando consideréis su bondad y misericordia, hallaréis que él tiene en cuenta vuestras necesidades.
Orad, orad fervientemente y sin cesar, pero no os olvidéis dealabar a Dios.—Testimonios para la Iglesia 5:297.