Los judíos enseñaban que antes de que se extendiera el amor de Dios al pecador, este debía arrepentirse. A su modo de ver, el arrepentimiento es una obra por la cual los hombres ganan el favor del cielo. Y este fue el pensamiento que indujo a los fariseos a exclamar con asombro e ira: “Este a los pecadores recibe”. De acuerdo con sus ideas, no debía permitir que se le acercaran sino los que se habían arrepentido. Pero en la parábola de la oveja perdida, Cristo enseña que la salvación no se debe a nuestra búsqueda de Dios, sino a su búsqueda de nosotros. “No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios; todos se apartaron”. Romanos 3:11, 12. No nos arrepentimos para que Dios nos ame, sino que él nos revela su amor para que nos arrepintamos.
Cuando al fin es llevada al aprisco la oveja perdida, la alegría del pastor se expresa con himnos melodiosos de regocijo. Llama a sus amigos y vecinos y les dice: “Dadme el parabién, porque he hallado mi oveja que se había perdido”. Así también cuando el gran Pastor de las ovejas encuentra a un extraviado, el cielo y la tierra se unen en agradecimiento y regocijo (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 147, 148).
Cuando el pecador arrepentido, contrito delante de Dios, discierne la expiación de Cristo en su favor y acepta esa expiación como su única esperanza en esta vida y en la vida futura, sus pecados son perdonados. Esto es justificación por la fe…
El pecador quizá yerre, pero no es desechado sin misericordia; sin embargo, su única esperanza es arrepentirse ante Dios y tener fe en el Señor Jesucristo. Es prerrogativa del Padre perdonar nuestras transgresiones y nuestros pecados, porque Cristo tomó sobre sí nuestra culpa y nos ha indultado dándonos su propia justicia. Su sacrificio satisface plenamente las demandas de la justicia.
Justificación es lo opuesto a condenación. La ilimitada misericordia de Dios se aplica a los que son completamente indignos. Él perdona las transgresiones y los pecados debido a Jesús, quien se ha convertido en la propiciación por nuestros pecados. El transgresor culpable es puesto en gracia delante de Dios mediante la fe en Cristo, y entra en la firme esperanza de vida eterna (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 6, pp. 1070, 1071).
Debemos vivir por fe, porque sin ella es imposible agradar a Dios…
Cada alma, a su vez, tiene el privilegio de ejercer fe en nuestro Señor Jesucristo. Pero la pura vida espiritual se manifiesta solo cuando el alma se entrega para hacer la voluntad del Altísimo por medio de Cristo, el Salvador que nos vino a reconciliar con Dios. Tenemos el privilegio de ser modelados por el Espíritu Santo. Por medio de la fe entramos en comunión con Cristo Jesús, que mora en el corazón de todos los mansos y humildes. Su fe obra por el amor y purifica el alma; es una fe que da paz al corazón, y que conduce por la senda de la abnegación y el sacrificio (Cada día con Dios, p. 357).
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2021.
2nd Trimestre 2021 LA PROMESA «EL PACTO DEL DIOS ETERNO«
Lección 12: «“LA FE DEL NUEVO PACTO”»
Colaboradores: Lorenia Beltran & Meri Ruiz