Después de su ascensión, nuestro Salvador empezó a actuar como nuestro Sumo Sacerdote. San Pablo dice: “No entró Cristo en un Lugar Santo hecho de mano, que es una mera representación del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora delante de Dios por nosotros”. Hebreos 9:24 (VM).
El servicio del sacerdote durante el año en el primer departamento del Santuario, “adentro del velo” que formaba la entrada y separaba el Lugar Santo del atrio exterior, representa la obra y el servicio a que dio principio Cristo al ascender al cielo. La obra del sacerdote en el servicio diario consistía en presentar ante Dios la sangre del holocausto, como también el incienso que subía con las oraciones de Israel. Así es como Cristo ofrece su sangre ante el Padre en beneficio de los pecadores, y así es como presenta ante él, además, junto con el precioso perfume de su propia justicia, las oraciones de los creyentes arrepentidos. Tal era la obra desempeñada en el primer departamento del Santuario en el cielo (El conflicto de los siglos, p. 415).
La intercesión de Cristo en nuestro favor presenta sus méritos divinos al ofrecerse a sí mismo al Padre como nuestro sustituto y garante; pues ascendió a lo alto para expiar nuestras transgresiones… “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”. 1 Juan 4:10. “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”. Hebreos 7:25 (Reflejemos a Jesús, p. 67).
En su intercesión como nuestro Abogado, Cristo no necesita de la virtud del hombre, de la intercesión del hombre. Cristo es el único que lleva los pecados, la única ofrenda por el pecado. La oración y la confesión han de ser ofrecidas únicamente a Aquel que ha entrado una sola vez para siempre en el Lugar Santo…
Cristo representó a su Padre ante el mundo, y delante de Dios representa a los escogidos, en quienes ha restaurado la imagen moral de Dios. Son su heredad. Ningún sacerdote ni religioso puede revelar el Padre a ningún hijo o hija de Adán. Los hombres tienen únicamente un Abogado e Intercesor que puede perdonar las transgresiones. ¿No rebosarán nuestros corazones de gratitud hacia Aquel que dio a Jesús para que fuera la propiciación por nuestros pecados? Mediten profundamente acerca del amor que el Padre ha manifestado en nuestro favor, el amor que ha expresado por nosotros. Ese amor no lo podemos medir, porque para él no hay medida. ¿Acaso se puede medir lo infinito? (That I May Know Him, p. 73; parcialmente en A fin de conocerle, p. 73).
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2021.
2nd Trimestre 2021 LA PROMESA «EL PACTO DEL DIOS ETERNO«
Lección 11: «“EL SANTUARIO DEL NUEVO PACTO”»
Colaboradores: Misael Morillo & Meri Ruiz