“Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios y ellos me serán a mí por pueblo”. Hebreos 8:10.
Las bendiciones del nuevo pacto se basan únicamente en la misericordia manifestada en el perdón de la injusticia y el pecado. El Señor especifica: “Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades”. Hebreos 8:12. Todos los que se humillan de corazón, confesando sus pecados, hallarán misericordia, gracia y seguridad (A fin de conocerle, p. 297).
La misma ley que fue grabada en tablas de piedra es escrita por el Espíritu Santo sobre las tablas del corazón. En vez de tratar de establecer nuestra propia justicia, aceptamos la justicia de Cristo. Su sangre expía nuestros pecados. Su obediencia es aceptada en nuestro favor. Entonces el corazón renovado por el Espíritu Santo producirá los frutos del Espíritu. Mediante la gracia de Cristo viviremos obedeciendo a la ley de Dios escrita en nuestro corazón. Al poseer el Espíritu de Cristo, andaremos como él anduvo. Por medio del profeta, Cristo declaró respecto a sí mismo: “El hacer tu voluntad, Dios mío, hame agradado; y tu ley está en medio de mis entrañas”. Salmo 40:8. Y cuando vivió entre los hombres, dijo: “No me ha dejado solo el Padre; porque yo, lo que a él agrada, hago siempre”. Juan 8:29 (Historia de los patriarcas y profetas, p. 389).
El favor de Dios se asegura a aquellos en cuyo corazón está escrita su ley. Son uno con él. Pero los judíos se habían separado de Dios. A causa de sus pecados, estaban sufriendo bajo sus juicios. Esta era la causa de su servidumbre a una nación pagana. Los intelectos estaban obscurecidos por la transgresión, y porque en tiempos pasados el Señor les había mostrado tan grande favor, disculpaban sus pecados. Se lisonjeaban de que eran mejores que otros hombres, con derecho a sus bendiciones.
Estas cosas “son escritas para nuestra admonición, en quienes los fines de los siglos han parado”. 1 Corintios 10:11. ¡Con cuánta frecuencia interpretamos erróneamente las bendiciones de Dios, y nos lisonjeamos de que somos favorecidos a causa de alguna bondad nuestra! Dios no puede hacer en favor nuestro lo que anhela hacer. Sus dones son empleados para aumentar nuestra satisfacción propia, y para endurecer nuestro corazón en la incredulidad y el pecado (El Deseado de todas las gentes, p. 81).
El peligro que acecha a los que viven en estos últimos días es la ausencia de religión pura, la falta de santidad de corazón. No han aceptado el poder convertidor de Dios para que transforme sus caracteres. Profesan creer las sagradas verdades, tal como la nación judía, pero al no poner en práctica la verdad, ignoran tanto las Escrituras como el poder de Dios. El poder y la influencia de la ley de Dios están en torno de ellos, pero no dentro de sus almas, para renovarlos en verdadera santidad (Cada día con Dios, p. 144).
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2021.
2nd Trimestre 2021 LA PROMESA «EL PACTO DEL DIOS ETERNO«
Lección 10: «“EL NUEVO PACTO”»
Colaboradores: Lorenia Beltran & Meri Ruiz