Entre las compañías frecuentadas por los seguidores de Cristo para obtener recreación cristiana, y las reuniones mundanas para obtener placer y diversión, existirá un notable contraste. En vez de la oración y mención del nombre de Cristo y de las cosas sagradas, se oirá de los labios de los mundanos, la risa insensata y la conversación trivial. Su propósito es divertirse en forma. Sus diversiones comienzan con insensatez y terminan con vanidad. Debemos conducirnos y dirigir nuestras reuniones de tal manera, que al volver a nuestros hogares podamos tener una conciencia libre de ofensa hacia Dios y los hombres; una seguridad de que no hemos herido ni perjudicado en nada a aquellos con quienes hemos estado asociados, ni hemos ejercido una influencia perjudicial sobre ellos.
La mente natural se inclina hacia el placer y la complacencia propia. Es procedimiento de Satanás fabricarlos en abundancia. El procura llenar la mente de los hombres con un deseo de diversión mundanal, a fin de que no tengan tiempo de hacerse la pregunta: ¿Cómo está mi alma? El amor a los placeres es infeccioso. Entregada a él, la mente vuela de un punto a otro, buscando siempre una diversión. La obediencia a la ley de Dios contrarresta esa inclinación y construye barreras contra la impiedad.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 256, 257.
Los jóvenes deben recordar que son responsables de todos los privilegios de que han disfrutado, del aprovechamiento de su tiempo y del debido uso de sus capacidades. Pueden preguntar: “¿No tendremos diversión o recreación?” “¿Trabajaremos y trabajaremos y trabajaremos, sin ninguna variación?”
No será peligrosa cualquier diversión a la cual podáis dedicaros y pedir con fe la bendición de Dios. Pero cualquier diversión que os descalifique para la oración secreta, para la devoción ante el altar de la oración, o para tomar parte en la reunión de oración, no sólo no es segura, sino peligrosa.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 321.