La Recreación es necesaria para los que hacen trabajo físico, y mucho más aún para aquellos cuya labor es principalmente mental. No es esencial para nuestra salvación, ni para la gloria de Dios, mantener la mente trabajando constante y excesivamente, aun en asuntos religiosos. Hay diversiones como el baile, los naipes, el ajedrez, las damas, etc., que no podemos aprobar, porque el cielo las condena. Estas diversiones abren la puerta a grandes males. No son de influencia benéfica, sino de influencia excitante, y despiertan en algunas mentes la pasión por los juegos que inducen a jugar por dinero y a la disipación. Todos estos juegos deberían ser condenados por los cristianos y sustituidos por algo perfectamente inofensivo.
Vi que no deberíamos pasar los días feriados imitando al mundo, pero que no se los debería dejar, sin embargo, transcurrir inadvertidos, pues esto causará descontento a nuestros hijos. En estos días en que hay peligro de que nuestro hijos estén expuestos a malas influencias y sean corrompidos por los placeres y la excitación del mundo, los padres deberían ocuparse en idear algo que reemplace las diversiones más peligrosas. Dad a entender a vuestros hijos que tenéis en vista su bien y felicidad.
Reúnanse varias familias que viven en una ciudad o pueblo y dejen las ocupaciones que las han estado abrumando física y mentalmente y hagan una excursión al campo, a orillas de algún hermoso lago o un lindo bosque que sea un bello escenario de la naturaleza. Deberían proveerse de alimento sencillo e higiénico, de las mejores frutas y cereales, y tender su mesa bajo la sombra de algún árbol o el pabellón del cielo. El viaje, el ejercicio y el paisaje estimularán el apetito, y gozarán de una comida que los reyes envidiarían.
En tales ocasiones los padres y los niños deberían sentirse libres de cuidados, de trabajos y de perplejidades. Los padres deberían hacerse niños a la par de sus hijos, tratando de que todo sea para ellos tan agradable como sea posible. El día entero debería ser dedicado a la recreación.
El ejercicio al aire libre será benéfico para la salud de aquellos que trabajan en locales cerrados y cuya ocupación es sedentaria. Todos los que pueden, deberían considerar un deber hacer esto. Nada se perderá, pero en cambio se ganará mucho. Regresarán a sus ocupaciones con nueva vida y nuevo valor para emprender sus labores con celo, y estarán mejor preparados para resistir la enfermedad.—Testimonios para la Iglesia 1:514, 515