“En un momento cayó Babilonia”. “Porque vino destruidor contra ella, contra Babilonia, y sus valientes fueron presos, el arco de ellos fue quebrado: porque Jehová, Dios de retribuciones, dará la paga. Y embriagaré sus príncipes y sus sabios, sus capitanes y sus nobles y sus fuertes; y dormirán sueño eterno y no despertarán, dice el Rey, cuyo nombre es Jehová de los ejércitos”.
“Púsete lazos, y aun fuiste tomada, oh Babilonia, y tú no lo supiste: fuiste hallada, y aun presa, porque provocaste a Jehová. Abrió Jehová tu tesoro, y sacó los vasos de su furor: porque esta es obra de Jehová, Dios de los ejércitos, en la tierra de los Caldeos”.
“Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Oprimidos fueron los hijos de Israel y los hijos de Judá juntamente: y todos los que los tomaron cautivos, se los retuvieron; no los quisieron soltar. El redentor de ellos es el Fuerte; Jehová de los ejércitos es su nombre: de cierto abogará la causa de ellos, para hacer quietar la tierra, y turbar los moradores de Babilonia”. Jeremías 51:41; 50:23, 46; 51:8, 56, 57; 50:24, 25, 33, 34.
Así el “muro ancho de Babilonia” quedó “derribado enteramente, y sus altas puertas” fueron “quemadas a fuego”. Así hizo cesar Jehová de los ejércitos “la arrogancia de los soberbios” y abatió “la altivez de los fuertes”. Así Babilonia, “hermosura de reinos y ornamento de la grandeza de los Caldeos”, llegó a ser como Sodoma y Gomorra, lugar maldito para siempre. La Inspiración había declarado: “Nunca más será habitada, ni se morará en ella de generación en generación; ni hincará allí tienda el árabe, ni pastores tendrán allí majada: sino que dormirán allí bestias fieras, y sus casas se llenarán de hurones; allí habitarán hijas del búho, y allí saltarán peludos. Y en sus palacios gritarán gatos cervales, y chacales en sus casas de deleite”. “Y convertiré en posesión de erizos, y en lagunas de agua: y la barreré con escobas de destrucción, dice Jehová de los ejércitos”. Jeremías 51:58; Isaías 13:11, 19-22; 14:23 (Profetas y reyes, pp. 390, 391).
A cada nación que subió al escenario de acción se le permitió ocupar su lugar en la tierra, para que pudiese determinarse si iba a cumplir los propósitos del Vigilante y Santo. La profecía describió el nacimiento y el progreso de los grandes imperios mundiales: Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Roma. Con cada uno de ellos, como con las naciones de menos potencia, la historia se repitió. Cada uno tuvo su plazo de prueba; cada uno fracasó, su gloria se desvaneció y desapareció su poder.
Aunque las naciones rechazaron los principios divinos y con ello labraron su propia ruina, un propósito divino predominante ha estado obrando manifiestamente a través de los siglos (Profetas y reyes, p. 392).