Los jóvenes están decidiendo ahora su destino eterno, y yo quisiera rogaros que consideréis el mandamiento al cual Dios ha añadido semejante promesa: “Porque tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da”. Niños, ¿deseáis la vida eterna? Entonces, respetad y honrad a vuestros padres…
Si habéis pecado no rindiéndoles amor y obediencia, empezad ahora a redimir el pasado. No podéis atreveros a seguir otra conducta, pues significa la pérdida de la vida eterna. El Investigador de los corazones conoce cuál es vuestra actitud hacia vuestros padres, pues pesa el carácter moral en la balanza de oro del santuario celestial. ¡Oh! confesad que habéis descuidado a vuestros padres, confesad vuestra indiferencia hacia ellos y vuestro desprecio del santo mandamiento de Dios…
El corazón de vuestros padres siente tierna simpatía hacia vosotros, y ¿podéis retribuir su amor con una fría ingratitud? Ellos aman vuestras almas, quieren que seáis salvados, pero ¿no habéis despreciado con frecuencia su consejo y hecho vuestra voluntad, vuestro gusto? ¿No habéis seguido vuestro propio criterio independiente cuando sabíais que tal conducta terca no tendría la aprobación de Dios? Muchos padres han bajado al sepulcro acongojados, a causa de la ingratitud y falta de respeto que sus hijos les mostraron (Youth’s Instructor, junio 22, 1893).