Las enseñanzas de Jesús sobre la hipocresía religiosa y los juicios santurrones son muy parecidas a las de Pablo. Jesús nos advirtió de no juzgar para no ser juzgados (ver Mate 7: 1). En su vida y enseñanzas, consistentemente Jesús modeló una vida llena de gracia, libre de juicios santurrones y condenatorios. Al hacerse hombre, Jesús estaba especialmente calificado para ser nuestro juez (ver Juan 5: 27). Al hacerse hombre, Jesús estaba preparado para simpatizar con nuestras debilidades (ver Heb. 4: 15). Como nuestro comprensivo juez, su propósito al venir no era traer un juicio condenatorio, vino a salvar (ver Juan 3: 17).
Frecuentemente, Jesús confrontó a los que estaban motivados por juicios farisaicos. En una ocasión los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer sorprendida en el acto del adulterio (ver Juan 8: 4). Querían apedrearla (8: 5). Ya que la mujer fue sorprendida en el acto, la justicia requería que las dos personas fueran castigadas, no solo ella (ver Lev. 20: 10). El hecho de que solamente trajeran a la mujer demuestra que los escribas y los fariseos no estaban genuinamente interesados en buscar la justicia ni la fidelidad a la ley de Moisés. Estaban siguiendo su propia agenda para desacreditar a Jesús (ver Juan 8: 6). El éxito del ministerio de Jesús estaba menoscabando su papel como líderes religiosos de Israel (ver Juan 12: 19). Por lo tanto, estaban dispuestos a condenar a muerte a una mujer para conservar su posición en la sociedad. Esto ilustra perfectamente cómo los seres humanos acostumbramos a juzgar a los demás para elevarnos a nosotros mismos.
Tranquilamente, Jesús se detuvo y escribió en la tierra como si no pudiera escuchar las acusaciones (Juan 8:6). Después se enderezó y dijo: «El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella» (Juan 8: 7). Con estas palabras, los líderes religiosos se dispersaron como cucarachas cuando se prende la luz. Jesús no los condenó abusivamente, tal como ellos habían acusado a la mujer. Jesús les mostró su pecado de una forma que trajera convicción a su conciencia, pero sin humillarlos. Y a la mujer, en lugar de condenarla, Jesús le aseguró la oportunidad de cambiar de dirección y buscar una nueva vida que no se caracterizara por su pecado (Juan 8: 11).
Las conocidas advertencias de Jesús contra la tendencia humana a juzgar no deben entenderse como una denuncia en contra de todos los juicios de valor. Más bien, Jesús nos previene de los juicios farisaicos, de sentirnos superiores, de hacer juicios censurables de condena (ver Luc, 6: 37), En vez de juzgar basándonos en las apariencias superficiales, Jesús animó a sus seguidores a adherirse a juicios justos que evalúen con precisión la evidencia (ver Juan 7: 24). Es correcto reconocer la hipocresía de los líderes religiosos (ver Mat. 6: 2, 5, 16; 23: 1-39). Jesús nos anima a que esas afirmaciones de una supuesta «superioridad religiosa» sean reconsideradas en función de los frutos mostrados en la vida (ver Mateo 7: 15-20). Jesús no condena este tipo de evaluaciones, a diferencia de cuán claramente reprobó los juicios farisaicos y condenatorios de los líderes religiosos.
Reflexiona de nuevo en Romanos 2 y encuentra dónde está Jesús.
«¿Qué te está diciendo Dios a través de estos textos?
«¿En qué sentido puedes ver a Jesús en forma diferente o identificar algún rasgo nuevo de él?
«¿En qué circunstancias es apropiado evaluar el comportamiento de los demás?
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2021.
1er trimestre 2021 “Carta a los ROMANOS”
Lección 2: «EL PODER DEL PECADO«
Colaboradores: Israel Esparza & Misael Morillo