Es posible que una persona no sepa indicar el momento y lugar exactos de su conversión, o que no pueda tal vez señalar el encadenamiento de circunstancias que la llevaron a ese momento; pero esto no prueba que no se haya convertido. Cristo dijo a Nicodemo: «El viento de donde quiere sopla; y oyes su sonido, mas no sabes de dónde viene, ni a dónde va. Lo mismo pasa con todo el que nace del Espíritu» (Juan 3: 8). Como el viento que, aunque es invisible, se ven y se sienten claramente sus efectos, así también obra el Espíritu de Dios en el corazón humano. El poder regenerador, que ningún ojo humano puede ver, engendra una vida nueva en el alma; crea un nuevo ser conforme a la imagen de Dios.
»Aunque la obra del Espíritu es silenciosa e imperceptible, sus efectos son manifiestos. Cuando el corazón ha sido renovado por el Espíritu de Dios, el hecho se revela en la vida. Si bien no podemos hacer cosa alguna para cambiar nuestro corazón, ni para ponernos en armonía con Dios; si bien no debemos confiar para nada en nosotros mismos ni en nuestras buenas obras, nuestra vida demostrará si la gracia de Dios mora en nosotros. Se notará un cambio en el carácter, en las costumbres y ocupaciones. El contraste entre lo que eran antes y lo que son ahora será bien claro e inequívoco. El carácter se da a conocer, no por las obras buenas o malas que de vez en cuando se ejecuten, sino por la tendencia de las palabras y de los actos habituales en la vida diaria.
»Es cierto que puede haber una conducta externa correcta sin el poder renovador de Cristo. El amor a la influencia y el deseo de ser estimado por los demás pueden producir una vida bien ordenada. El respeto propio puede impulsarnos a evitar las apariencias de mal. Un corazón egoísta puede realizar actos de generosidad. ¿De qué medio nos valdremos, entonces, para saber de parte de quién estamos?
»¿Quién posee nuestro corazón? ¿Con quién están nuestros pensamientos? ¿De quién nos gusta hablar? ¿para quién son nuestros más ardientes afectos y nuestras mejores energías? Si somos de Cristo, nuestros pensamientos estarán con él y le dedicaremos nuestras más gratas reflexiones. Le consagraremos todo lo que tenemos y somos. Desearemos ser semejantes a él, tener su Espíritu, hacer su voluntad y agradarle en todo.
»Los que llegan a ser nuevas criaturas en Cristo Jesús producen los frutos de su Espíritu: «Amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio» (Gálatas 5: 22-23). Ya no se conforman con los deseos impuros anteriores, sino que por fe siguen las pisadas del Hijo de Dios, reflejan su carácter y se purifican a sí mismos como él es puro».— Elena G. de White, El camino a Cristo, cap. 7, pp. 85-88
Después de haber analizado la lección de esta semana.
¿Qué aplicaciones personales te sientes motivado a realizar en tu vida?
Repasa el versículo de memoria. ¿Cómo se aplica a tu vida esta semana?
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2021.
1er trimestre 2021 “Carta a los ROMANOS”
Lección 2: «EL PODER DEL PECADO«
Colaboradores: Israel Esparza & Misael Morillo