A causa de las continuas transgresiones, “Jehová había humillado a Judá”. En ese tiempo de castigo, en vez de arrepentirse, Acaz rebelose “gravemente contra Jehová… Porque sacrificó a los dioses de Damasco…” 2 Crónicas 28:19…
Hacia el fin de su reinado, el rey apóstata hizo cerrar las puertas del templo. Se interrumpieron los servicios sagrados. Ya no ardían los candeleros delante del altar. Ya no se ofrecían sacrificios por los pecados del pueblo. Ya no ascendía el suave sahumerio del incienso a la hora de los sacrificios de la mañana y de la tarde. Abandonando los atrios de la casa de Dios y atrancando sus puertas, los habitantes de la ciudad impía construyeron audazmente altares para el culto de las divinidades paganas en las esquinas de las calles de Jerusalén. El paganismo parecía triunfante; y a punto de prevalecer las potestades de las tinieblas (Profetas y reyes, pp. 243, 244).
Del nacimiento y de la caída de las naciones, según resaltan en los libros de Daniel y Apocalipsis, necesitamos aprender cuán vana es la gloria y pompa mundanal. Babilonia, con todo su poder y magnificencia, cuyo parangón nuestro mundo no ha vuelto a contemplar un poder y una magnificencia que la gente de aquel tiempo creía estables y duraderos-, se desvaneció y ¡cuán completamente! Pereció “como la flor de la hierba”. Santiago 1:10… Y así perece todo lo que no está fundado en Dios. Solo puede perdurar lo que se vincula con su propósito y expresa su carácter. Sus principios son lo único firme que conoce nuestro mundo.
Un estudio cuidadoso de cómo se cumple el propósito de Dios en la historia de las naciones y en la revelación de las cosas venideras, nos ayudará a estimar en su verdadero valor las cosas que se ven y las que no se ven, y a comprender cuál es el verdadero objeto de la vida (Profetas y reyes, pp. 402, 403).
Cada cual debe tratar de conocer la Palabra de Dios por sí mismo mediante ferviente oración, y cumplirla. Solamente cuando pone su confianza en Dios cada día, y no en el brazo de carne, obtendrá el alma la experiencia necesaria para responder esta oración de Cristo: “Y esta empero es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien has enviado”. Juan 17:3. En todas las preocupaciones temporales de ustedes, en todos los cuidados y ansiedades, esperen en el Señor. No confíen en príncipes, ni en hijos de hombres porque ocupan cargos de confianza. El Señor ha unido los corazones de ustedes con el de él. Si lo aman, y han sido aceptados en su servicio, lleven al Señor todas sus cargas, públicas y privadas, y esperen en él. Tendrán entonces una experiencia individual, una convicción de su presencia y su disposición a escuchar las oraciones de ustedes en demanda de sabiduría e instrucción, que les dará seguridad y confianza en la buena voluntad del Señor para socorrerlos en sus perplejidades (Cada día con Dios, p. 80).