«¿Con qué vamos a comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola podemos usar para describirlo? Es como un grano de mostaza: cuando se siembra en la tierra, es la semilla más pequeña que hay, pero una vez sembrada crece hasta convertirse en la más grande de las hortalizas» (Mar. 4:30-32).

¿Te gustan los dulces? Muchos nos sentimos atraídos como por un poderoso imán a las galletas, las tortas, los caramelos y las gaseosas.

Imagínate si dejaras de comer cualquier cosa hecha con azúcar. Eso es exactamente lo que hizo Elizabeth Heyrick, porque creía que haría del mundo un lugar mejor al no comprar azúcar.

Ella vivía en una época en que existía la esclavitud. Los esclavos de las islas del Caribe, como Jamaica, cultivaban caña de azúcar. Luego, el azúcar se vendía en el país del que Elizabeth era oriunda: Inglaterra. Con el dinero que se obtenía de la venta del azúcar, se compraban más esclavos, quienes trabajaban diez o doce años, hasta morir.

Elizabeth y sus amigas creían que, si dejaban de comprar azúcar del Caribe, acabarían con el dinero para la compra de esclavos. Un panfleto lo describía en términos gloriosos, al decir: «Podíamos plantearnos que, por cada quinientos gramos de azúcar que utilizamos, consumimos sesenta gramos de carne humana».

Elizabeth escribió otro panfleto que decía: «Todos somos culpables de apoyar y perpetuar la esclavitud. Los hacendados de las Indias Occidentales y la gente de este país mantienen la misma relación moral entre sí que el ladrón y el receptor de bienes robados».

Sus ideas comenzaron a esparcirse. El poeta Robert Southey habló del té como «la bebida endulzada con sangre». Cuando los ciudadanos ingleses se sentaban a tomar una taza de té, muchos se negaban a agregarle azúcar. La demanda de azúcar del Caribe disminuyó un tercio, y el cultivado en el país de las Indias, sin labor esclava, comenzó a venderse en cantidades enormes. La gente compraba tarros de azúcar con la leyenda «Azúcar de India Oriental. No producida por esclavos».

Elizabeth renunció al azúcar para mostrar que era sincera en su preocupación por los esclavos. Su espíritu de sacrificio se esparció hasta que trescientas mil personas de Inglaterra también boicotearon el «azúcar esclavo». Nueve años después de haber escrito el panfleto, terminó la esclavitud en el Caribe. Elizabeth estaba totalmente en lo cierto cuando dijo: «Un gran impacto a menudo es fruto de un pequeño comienzo». Kim