«Más bien exponemos la sabiduría de Dios que estaba oculta, pero que Dios había destinado para nuestra gloria desde antes de la creación del mundo. Ninguno de los gobernantes del mundo la han comprendido, pues si la hubieran comprendido, no habrían crucificado al Señor de la gloria. Esto es lo que las Escrituras dicen: «Ningún mortal ha visto, ni oído, ni imaginado las maravillas que Dios tiene preparadas para los que aman al Señor». Nosotros las conocemos porque Dios envió a su Espíritu a revelárnoslas, ya que su Espíritu lo escudriña todo, hasta los secretos más profundos de Dios». 1 Corintios 2: 7-10, NBV
PARA TODOS LOS FIELES que están luchando contra el mal, Juan oyó la promesa: «Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en medio del paraíso de Dios» (Apoc. 2: 7) […] Juan vio la misericordia, la ternura y el amor de Dios unidos a su santidad, justicia y poder. Vio a los pecadores hallar un Padre en Aquel a quien sus pecados les habían hecho temer. Y mirando más allá de la culminación del gran conflicto, contempló en Sion a «los que habían alcanzado la victoria […] sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios», que «entonaban el cántico de Moisés, el siervo de Dios, y también el cántico del Cordero» (Apoc. 15: 2, RV95; 3, RVC).— Los hechos de los apóstoles, cap. 57, p. 438.
El temor de hacer aparecer la futura herencia de los santos demasiado material ha inducido a muchos a espiritualizar aquellas verdades que nos hacen considerar la tierra como nuestra morada. Cristo aseguró a sus discípulos que iba «a preparar» «muchas moradas» para ellos «en la casa de [su] Padre» (Juan 14: 2-4). Los que aceptan las enseñanzas de la Palabra de Dios no ignorarán por completo lo que se refiere a «la patria celestial» (Heb. 11: 16, RVC). Y sin embargo son «cosas que ojo no vio ni oído oyó ni han subido al corazón del hombre, […] las que Dios ha preparado para los que lo aman» (1 Cor. 2: 9). El lenguaje humano no alcanza a describir la recompensa de los justos. Solo la conocerán quienes la contemplen.— El conflicto de los siglos, cap. 35, p. 271.
El cielo es una escuela; su campo de estudio, el universo; su maestro, el Omnisapiente. En el Edén se estableció una extensión de esa escuela y, una vez consumado el plan de redención, se reanudarán las clases en la escuela del Edén restaurado.— La educación, cap. 35, p. 271.
Devocional Vespertino Para 2020. «Conocer al Dios Verdadero» «PARA FAMILIARIZARNOS CON LAS OBRAS DE DIOS» Por: Elena G. de White Colaboradores: Pilita Mariscal & Martha Gonzalez