«Yo les perdonaré sus maldades y no me acordaré más de sus pecados» Hebreos 8:12
Mi cerebro es muy similar a nuestro garaje por el hecho de que se ha quedado sin espacio. Al menos esa es mi explicación de por qué no puedo recordar nada. En lo relativo a la memoria, mi mente tiene autonomía. Me acerco a ella de rodillas, diciendo: «Por favor, ¿podrías encontrar un lugarcito en esos miles de millones de neuronas para guardar mi contraseña de Google?»
Me dice: «Lo siento, acabo de usar el último espacio para la nueva canción publicitaria de McDonald’s: dos de carne, salsa especial, lechuga, pepinillo…´»
Yo digo: » No necesito saber eso. ¡Soy vegetariano!»
«Parece que me olvidé de eso», dice mi cerebro, encogiéndose de hombros.
Realmente, quisiera poder recordar el nombre de las personas. A veces, se me acerca alguien con un rostro conocido, y llamo desesperadamente a mi cerebro: ¿Cómo se llama esta persona que me está abrazando como un familiar que no he visto en años?
Casi puedo oír la risita de mi cerebro mientras dice: «No estoy seguro de tener ese archivo todavía. Creo que tuve eliminarlo para hacer lugar para tu parte en la representación de Navidad de la iglesia».
Por supuesto, no queremos recordar todo. No queremos recordar las cosas vergonzosas que dijimos o los terribles errores que cometimos. ¿No es alentador que Dios diga que hasta el olvidará nuestros pecados? Eso recuerdos sí que estaríamos felices de olvidar.