Romanos enseña que toda la Biblia se centra en Jesús (1: 2). La historia de la Escritura empieza con la creación y continúa con la caída. Inmediatamente después de la caída, Dios prometió resolver el problema de la humanidad mediante la simiente de Eva. Esta simiente aplastaría la cabeza de la serpiente, que trajo una maldición al buen mundo de Dios (ver Gén. 3: 15). Más adelante, en Génesis, Dios especifica que esta simiente procedería de la familia de Abraham (Gén. 12: 3; 18: 18; 26: 4). Luego, Dios identificó la familia específica mediante la cual el descendiente de la mujer nacería. Vendría a través de la familia de Isaac, el hijo de Abraham (ver Gén. 21: 12). Jacob, el hijo de Isaac, tuvo doce hijos. Casi al final de Génesis descubrimos que la simiente de la mujer sería un rey del linaje real de Judá, el hijo de Jacob (Gén. 49: IO).
Al continuar desarrollándose el plan de Dios, él mismo aclaró que la simiente vendría de la familia de David (2 Sam. 7: 12-16; Isaías 11), el descendiente de Judá.
Como muchos buenos regalos, el regalo de la simiente mesiánica llevaría mucho más tiempo en llegar, según habían anticipado los descendientes de Abraham. Mientras esperaban que esta simiente salvadora llegara, sucumbieron ante el insoportable dolor del exilio. Primero, Israel fue aplastado por Asiria. Después, Judá fue exiliado en Babilonia, Persia y Grecia. Posteriormente, Roma capturó Jerusalén y los descendientes de Abraham una vez más fueron obligados a vivir bajo la ocupación de una nación extranjera. Estas dolorosas experiencias del exilio parecían extrañas a la promesa de que ellos eran el pueblo de Dios, quien los liberaría mediante el descendiente de David. ¿Cumpliría Dios su promesa y enviaría al Mesías?
El profeta Habacuc emotivamente expresó la angustia que el pueblo de Dios sintió mientras padecía bajo el pesado yugo de un imperio extranjero y esperaba la llegada del Descendiente. «¿Hasta cuándo Jehová, gritaré sin que tú escuches, y clamaré a causa de la violencia sin que tú salves?» (Hab. 1: 2). La respuesta al angustioso clamor de Habacuc es: «El justo por su fe vivirá» (Hab. 2:4). Sigue esperando. Sigue confiando. La simiente vendrá. Vive por fe.
Jesús es la respuesta a las generaciones angustiadas que esperan la llegada de la simiente mesiánica. La Carta a los Romanos anuncia que, mediante la buena noticia de la muerte y la resurrección de Jesús, Dios ha cumplido las promesas registradas en las Escrituras (Rom. 1: 2-4). La venida de Jesús ha revelado al Dios justo que cumple sus promesas (1: 17).
Pablo citó Habacuc 2: 4 para recordarles a los romanos que todo el trayecto que Dios tuvo con su pueblo empezó por la fe. Ahora Dios ha cumplido su promesa y ha enviado la simiente: Jesús, el Mesías. Su pueblo continuará viviendo por fe porque el «justo por la fe vivirá» (Rom. 1: 17). La espera ha terminado. El Mesías ha venido. Lo que empezó por fe debe continuar por fe y para fe.
Reflexiona de nuevo en Romanos 1.
¿Cómo podemos aplicar estos principios de espera hoy?
¿Qué te esta diciendo Jesus por medio de estos versículos?
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2021.
1er trimestre 2021 “Carta a los ROMANOS”
Lección 1: «EL PODER DEL EVANGELIO«
Colaboradores: Israel Esparza & Misael Morillo