«“Miren, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. Lo pasado quedará olvidado, nadie se volverá a acordar de ello. Llénense de gozo y alegría para siempre por lo que voy a crear, porque voy a crear una Jerusalén feliz y un pueblo contento que viva en ella. Yo mismo me alegraré por Jerusalén y sentiré gozo por mi pueblo. En ella no se volverá a oír llanto ni gritos de angustia. Allí no habrá niños que mueran a los pocos días, ni ancianos que no completen su vida. Morir a los cien años será morir joven, y no llegar a los cien años será una maldición. La gente construirá casas y vivirá en ellas, sembrará viñedos y comerá sus uvas […]. El lobo y el cordero comerán juntos, el león comerá pasto, como el buey, y la serpiente se alimentará de tierra. En todo mi monte santo no habrá quien haga ningún daño”. El Señor lo ha dicho». «“Porque yo, el Señor, digo: Yo haré que la paz venga sobre ella como un río, y las riquezas de las naciones como un torrente desbordado. Ella los alimentará a ustedes, los llevará en sus brazos y los acariciará sobre sus rodillas. Como una madre consuela a su hijo, así los consolaré yo a ustedes, y encontrarán el consuelo en Jerusalén. Cuando ustedes vean esto, su corazón se alegrará; su cuerpo se renovará como la hierba”. El Señor dará a conocer su poder entre sus siervos, y su ira entre sus enemigos […]. El Señor afirma: “Los que se consagran y purifican para el culto pagano en los jardines siguiendo a uno que va en medio, los que comen carne de cerdo, de rata o de otros animales impuros, serán exterminados de una sola vez, porque yo conozco sus acciones y sus pensamientos. Entonces vendré yo mismo a reunir a todos los pueblos y naciones, y vendrán y verán mi gloria. Yo les daré una señal: dejaré que escapen algunos y los enviaré a las naciones: a Tarsis, a Libia, a Lidia, país donde saben manejar el arco, a Tubal, a Grecia y a los lejanos países del mar, que nunca han oído hablar de mí ni han visto mi gloria; ellos anunciarán mi gloria entre las naciones” […]. También afirma el Señor: “Así como el nuevo cielo y la nueva tierra que yo voy a crear durarán para siempre, así también durarán tus descendientes y tu nombre. Y cada mes, en el día de la luna nueva, y cada semana, en el sábado, todos los hombres vendrán a postrarse delante de mí. Yo, el Señor, lo he dicho”».«El Señor todopoderoso dice: “Yo vendré a juzgarlos a ustedes. Y al mismo tiempo seré testigo contra los que practican la magia, los que cometen adulterio, los que juran en falso, los que oprimen a los trabajadores, a las viudas y a los huérfanos, los que tratan mal a los extranjeros y los que me faltan al respeto. Yo soy el Señor. No he cambiado. Y por eso ustedes, descendientes de Jacob, no han sido aniquilados”». «Acuérdense de la ley que le di a mi siervo Moisés en el monte Horeb. ¡Eran preceptos y mandatos que todo Israel debía obedecer! Miren ustedes: Voy a enviarles al profeta Elías, antes de que llegue el día del Señor, que será un día grande y terrible. Y él hará que padres e hijos se reconcilien. De lo contrario vendré y castigaré su país, destruyéndolo por completo» (Isaías 65: 17-21, 25; 66: 12-14, 17-19, 22, 23; Malaquías 3: 5, 6; 4: 4-6).
APLÍCALA A TU VIDA
Isaías 65: 17 afirma que Dios creará una tierra nueva y un cielo nuevo. A la luz de tu vida personal en esta tierra, ¿crees que Dios es justo al decidir destruir la tierra actual y reemplazarla por una nueva? ¿Qué hay de aquellos que creen en el gozo y la felicidad de este mundo y en sus atracciones cautivantes? ¿Crees que heredarán la tierra nueva? ¿Qué debes hacer para participar en la liberación eterna que se obtendrá con la segunda venida de Cristo?
Lección de Escuela Sabática para Jóvenes.
4to. trimestre 2020 “LIBERACIÓN”
Lección 13: «LIBERACIÓN ETERNA»
Colaboradores: Gisela B. Barbosa & Karla González.