«Señor Todopoderoso, Dios de Israel, entronizado sobre los querubines, solo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra. Tú has hecho los cielos y la tierra». «Sus ojos eran como llama de fuego, en su cabeza tenía muchas diademas y tenía escrito un nombre que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre y su nombre es: la Palabra de Dios. […] En su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores. Isaías 37: 16, NVI; Apocalipsis 19: 12-16
LA MORADA DEL REY DE REYES, donde «miles de miles lo servían, y millones de millones estaban delante de él» (Dan. 7: 10); ese templo, lleno de la gloria del trono eterno, donde los serafines, sus flamantes guardianes, cubren los rostros en adoración, no podía encontrar en la más grandiosa construcción que jamás edificaran manos humanas, más que un pálido reflejo de su inmensidad y de su gloria. […]
En el templo celestial, la morada de Dios, «justicia y juicio son el asiento de tu trono» (Sal. 89: 14, RVA). En el lugar santísimo está su ley, la gran regla de justicia por la cual es probada toda la humanidad (Éxo. 26:33; 1 Rey. 6: 19; Heb. 9: 3-4; Sant. 4: 11-12). El arca, que contiene las tablas de la ley, está cubierta con el propiciatorio(Éxo. 25:21; 25: 22; 26: 34), ante el cual Cristo ofrece su sangre a favor del pecador (Rom. 3:25; 1 Juan 2:2; 4 10). Así se representa la unión de la justicia y de la misericordia en el plan de la redención humana. Solo la sabiduría infinita podía idear semejante unión, y solo el poder infinito podía realizarla; es una unión que llena todo el cielo de admiración y adoración.
Los querubines del santuario terrenal que miraban reverentemente hacia el propiciatorio, representaban el interés con el cual las huestes celestiales contemplan la obra de redención. Es el misterio de misericordia que los ángeles desean contemplar, a saber: que Dios puede ser justo al mismo tiempo que justifica al pecador arrepentido y restablece sus relaciones con la raza caída; que Cristo pudo humillarse para sacar a innumerables multitudes del abismo de la perdición y revestirlas con las vestiduras inmaculadas de mI propia justicia, a fin de unirlas con ángeles que no cayeron jamás y permitirles vivir para siempre en la presencia de Dios.— El conflicto de los siglos, cap. 24,pp. 410-411,
Devocional Vespertino Para 2020. «Conocer al Dios Verdadero» «PARA FAMILIARIZARNOS CON LAS OBRAS DE DIOS» Por: Elena G. de White Colaboradores: Pilita Mariscal & Martha Gonzalez